Era uno de los huapangueros preferidos de Gonzalo N. Santos, ex gobernador y ganadero de aquella entidad, quien continuamente los contrataba para amenizar fiestas familiares y reuniones de jerarcas políticos. Precisamente en uno de esos convivios actuó Bernabé, dejando sorprendido a El Alazán Tostado, como era conocido dicho personaje potosino. En aquella época Ciudad Valles, donde las altas temperaturas prevalecen la mayor parte del año, era un importante centro turístico, comercial y agropecuario, donde la clase política, empresarios, militares y artistas de la capital del país compraron ranchos ganaderos.
En cuanto a Tampico, este puerto se convirtió en el principal centro de reunión y anhelo de triunfo de numerosos músicos huastecos, que iniciaron su carrera como ambulantes en plazas, cantinas o centros nocturnos. Entre 1940-1947 aprendió varios oficios y practicó deportes, como parte de su entretenimiento y acumular condición física. Pero inmediatamente comprendió que lo suyo era la música; y no tardó en integrar el trío Los Cantores de la Huasteca, con Inés Delgado y Juan Coronel, a quien admiró por su ejecución del violín. En pleno esplendor del huapango en Tampico, Bernabé escuchó varios trovadores, quienes acudían cotidianamente a ganarse la vida en el Bar El Comercio de Bajo Mercado. Ahí se unió a dos músicos y fundó el Trío Los Cantores del Pánuco, a quienes acompañó durante un año en diversos escenarios, antes de retornar nuevamente a la capital del país con nuevos proyectos.
Inspirado en el afecto familiar y con el propósito de sobreponerse a las dificultades de la vida, Bernabé creó en el puerto jaibo el Trío Potosino Los Hermanos Calderón, quienes con su sello y estilo personal lograron prestigio como intérpretes de la música huasteca. Sus extraordinarias interpretaciones de temas clásicos, impactaron entre los aficionados de este género en Tampico, donde vivieron varios años en el Hotel Posada del Rey, o Casa de La Troya.
Definitivamente, la vida artística y personal de estos músicos cambió a finales de la década de los cincuenta, cuando ingresaron al Conjunto Típico Tamaulipeco y se vistieron de cuerudos. Las ilusiones y el medio los absorbió y decidieron radicar en la capital tamaulipeca el resto de sus días. Bajo estas circunstancias, en 1961 viajaron a Honolulú, con motivo de la VIII Convención Mundial de la American Society Travel Agencies. En mayo de ese año, gracias a la intervención del presidente Adolfo López Mateos, iniciaron una larga gira artística por numerosos países de centro y Sudamérica, donde lograron sonados triunfos.
En ese tiempo, el grupo de músicos huastecos del Conjunto Típico estaba integrado por Bernabé Calderón Castillo, José Ramírez Sánchez, Carlos Castillo Villeda, Rodolfo Núñez Salazar y José Frausto Martínez (violines); Gregorio Pérez Castro, Oscar Peña Vélez, Zeferino Hernández Capetillo, Misael Vargas Guerrero, Leoncio Domínguez Cruz y Leonardo Domínguez Cruz (guitarras); Reynaldo Calderón Castillo y Rubén Castillo Castillo (quintas) y Rigoberto Calderón Castillo y Oswaldo Castillo Castillo (jaranas). La coreografía estaba a cargo de Hugo Romero. En todos afloraba la pasión por la música huasteca.
Cambia, todo cambia, dice la canción; y Bernabé abandonó la agrupación, durante el gobierno del licenciado Manuel A. Ravizé, particularmente luego de enfrentar los malos tratos del nuevo director de comunicación del estado, Fernando Hefftye, quien de forma arbitraria los obligaba a tocar en fiestas y pachangas particulares. Al paso del tiempo, esta situación le permitió ingresar de maestro de enseñanza artística a la Escuela Secundaria Federal 4, donde impartió clases de guitarra, flauta y canto. En dicho plantel permaneció 20 años hasta su jubilación.
La desintegración del trío Los Hermanos Calderón se produjo a finales de la década de los sesenta, después del fallecimiento de su hermano Reynaldo, un talentoso ejecutante de guitarra quinta, cantante y trovador, quien se granjeó al licenciado Adolfo López Mateos, a quien ingeniosamente le compuso una cuarteta durante una comida en el Casino de Tamatán, cuando era candidato a la presidencia de México: “Buen trabajo le ha costado,/ al caimán vivir aquí,/al caimán vivir aquí,/buen trabajo le ha costado,/al fin fue seleccionado,/apoyado por el PRI,/ojalá no sea olvidado,/y que se acuerde de mí.” A partir de su deceso, resultó muy complicado para Bernabé encontrar compañeros de la capacidad y estilo de Reynaldo, con los cuales pudiera armonizar los tradicionales sones huastecos.
En 1964, Bernabé Calderón contrajo matrimonio con Mirthala González Sosa, con quien procreó tres hijos –Abelardo, Mirthala y Brenda Verónica–. Respecto a su actividad artística, a casi noventa años de edad, frecuentemente se reúne con el trío de Soraima y sus Huastecos –Santiago y Soraima Galindo–, a quienes platica sus andanzas y acompaña en algunas presentaciones familiares y festivales. De igual manera, con la experiencia de varios años aprendió el arte de la improvisación y arreglos de versería popular.
Yo enamoré una de broche,
por el maldito interés,
pensando rodar en coche,
la rueda rodó al revés,
ahora duermo en un guangoche,
ya ven la suerte como es.
Yo conocí una mujer,
que se llamaba Evarista,
tanto me llegó a gustar,
que no me perdía de vista,
decía que quería tener,
un muchacho violinista.
Sólo Dios con su poder,
pudo formar este mundo,
cuando lo acabó de hacer,
se oyó un suspiro profundo,
que si volviera a nacer,
empezaría con el segundo.
Además de tocar vihuela, flauta dulce, quinta huapanguera y bajosexto, en 1952 aprendió a bailar huapango huasteco con don Camilo Guzmán, a quien considera mejor bailarín que Raúl Pazzi, quien lo invitó a un festival a San Luis Potosí, acompañado de Rosita (prima de Raúl). Además, Silvestre Vargas lo invitó a formar parte del mariachi jalisciense, pero su madre le pidió no abandonar a sus hermanos.
Su vida musical dentro del huapango estuvo rodeada de notables intérpretes, de quienes aprendió la ejecución del violín. Entre ellos: Beto Barragán (del Trío Los Caporales), Ramón Araujo Martínez (El Pariente), Juan Coronel, Cuco Calderón, Santiago Vidales, Juan Martínez, El Negro Marcelino y otros fallecidos, quienes admiraron la capacidad creativa de Bernabé.
Manifestar admiración y gratitud por el legado de Bernabé Calderón sobre la música huasteca, va más allá de un simple elogio o reconocimiento, porque su obra merece eso y más. Sobre todo porque es un ejemplo de vida para los intérpretes y admiradores de este sorprendente género, que a los primeros acordes del violín, guitarra quinta y jarana nos hace mover los pies, entonar un falsete, compartir la alegría y amar la vida.
* Cronista de Ciudad Victoria.