Y es que, a su juicio, no serían unas elecciones más de la normalidad democrática, sino que se prefiguraran como de Estado, a la usanza del PRI en el periodo de partido hegemónico, es decir, al unísono, hay que ganar poniendo todo lo que sea necesario para obtener el triunfo.
Y todo, significa todo.
Lo estamos viendo desde hace más de un año cuando el presidente López Obrador tomó la decisión de apoyar a Claudia Sheinbaum como candidata presidencial para dar continuidad al proyecto de la 4T.
En aquel momento empezó a funcionar la maquinaria que concluyó con un triunfo largamente anunciado y la disciplina de quienes funcionaron como comparsa de esta simulación (claro, excepto Marcelo Ebrard, que hoy es un apestado en el obradorismo, aunque ya reapareció melancólico en el cierre de la precampaña de Claudia Sheinbaum y esta lo abrazó como se abraza a un hijo pródigo).
Llegar a este punto significó romper las reglas del juego expresadas en la ley electoral que sanciona –ahora sabemos a un bajo costo– las campañas adelantadas con un extraordinario dispendio de recursos de procedencia desconocida.
Luego vino la precampaña que siguió la misma tónica y es que en realidad eran actos de campaña (alguien dirá que se dirigía sólo a los militantes, ¿será?) que urgía con una candidata incapaz de prender a una audiencia acostumbrada a la retórica de López Obrador.
Llegó Guadalupe Taddei a la presidencia del Consejo General del INE y con ella un equipo de obradoristas que han venido copando cargos estratégicos y van por más en el instituto encargado de organizar las elecciones.
Lo mismo sucedió en el TEPJF, donde el magistrado presidente Reyes Rodríguez fue destituido y se habilita a la magistrada Mónica Soto, como presidenta, a la que se le vincula junto con dos magistrados al obradorismo.
En este interín el presidente, que debería ser un actor imparcial, no ha dejado de intervenir en el proceso electoral, pese a los llamados que le ha hecho el INE de abstenerse de pronunciarse en cualquier sentido en materia electoral. Le vale.
Los 23 gobernadores morenistas han estado metidos en la larguísima precampaña afectando la equidad en la competencia.
No menos importante es el notorio control de algunos de los principales medios de comunicación que difunden preferentemente las notas y encuestas de percepción que favorecen a Claudia Sheinbaum, en perjuicio de Xóchilt Gálvez.
Y ahora que ya concluyeron las precampañas, veremos cómo sigue fluyendo el dinero de procedencia desconocida.
A partir de marzo vendrán las campañas oficiales y veremos la parte fuerte de lo que hemos visto hasta ahora en términos de interferencia del presidente, gobernadores, alcaldes, funcionarios públicos y los siervos de la nación.
En las elecciones intermedias de 2021, en muchos estados y municipios fue decisiva la intervención de los grupos del crimen organizado para definir resultados, y no tanto para estar en sintonía con la 4T, sino para seguir ampliando su radio de acción e intereses.
Ya el actor criminal se está haciendo presente en la parte más visible del proceso, eliminando físicamente a aspirantes a alcaldes, dirigentes políticos incluso a encuestadores, como ha sucedido recientemente en Chiapas, Guerrero, Morelos, Michoacán.
No podríamos descartar que igualmente busquen inhibir candidaturas que no sean afines a sus intereses, como sucedió en Sinaloa.
Ahora bien, Claudia Sheinbaum en entrevista y en la plaza pública, no deja de afirmar que ella dará continuidad a la 4T y eso significa continuar con el proceso de desmantelamiento y/o captura de las instituciones de la democracia.
Es decir, una “democracia” a imagen y semejanza de un líder, un movimiento, un partido, no de la pluralidad que existe en la sociedad mexicana.
Justo, ahí es donde entra el dilema planteado por Brozo en perspectiva de futuro: dictadura en cuanto Morena pretende, como lo hizo el PRI, que se mantuvo en el poder siete décadas por medio de muchas de las triquiñuelas que estamos viendo para tener a la oposición de comparsa, como en su momento lo fueron el PARM y el PPS; y no como una democracia expresión de la diversidad de nuestra sociedad, donde estén todos los diagnósticos y las alternativas para la solución de los grandes problemas nacionales.
Nunca más, un partido de Estado.