Monterrey.- A Carmen Aristegui le gusta hablar. Ese hábito le viene como anillo al dedo porque Carmen es básicamente una periodista radiofónica. Sabe investigar (cuando quiere) y salir a cuadro (cuando la dejan), y escribir artículos (qué no es lo mismo que el editorial hablado y por eso no es su fuerte), pero la radio es su hábitat natural. Ahí se siente como pez en el agua.
Lo malo es que a Carmen Aristegui le gusta mucho hablar. Y las redes sociales piden ahora ser conciso. Para bien y para mal. Aún para mentar madres, hay que ir al grano. Los bots, los trolls, los Javier Lozano, esa gente superficial y rara, reduce su argumento a un par de sentencias emocionales. No más. Si se extienden, fracasan. Si se explayan, nadie los lee. Ni los pela.
Carmen, por el contrario, está enamorada del micrófono y a veces alarga los argumentos y se sale por la tangente. Sobre todo cuando habla de sí misma y se pone protagónica. Eso la hace dar explicaciones no pedidas de su vida personal. ¿Quién es el padre de su hijo? Me vale. ¿No es Emilio Zebadúa? Qué alivio saberlo. Pero por algo en las telenovelas ningún protagónico fue periodista. En las de Epigmenio Ibarra sí pero las suyas no eran telenovelas.
Carmen dice sufrir un “acribillamiento”. Ya, que sea menos. Para paredón, solo el programa en redes de mis colegas Obed Campos y Paco Tijerina. Porque Twitter es más bien como la Rivera Maya: llena de sargazo que son los bots, los trolls y los tuits de Javier Lozano. A veces, la resaca en la playa te deja cubierto de sargazo. A veces te exhibe frente a los bañistas porque no llevas traje de baño y vas encuerado.
Carmen sí usa el traje de baño de la investigación periodística y del análisis acucioso de la noticia. Otros colegas del gremio quedarán encuerados en la resaca por ser muy chayoteros o muy ignorantes del oficio, pero Carmen no. Es de las pocas que va vestida con las prendas de la profesión, aunque a veces omita intencionalmente los señalamientos puntuales que le envían en forma de carta pública (no todo es difamación) por no tocar algunos temas candentes, o por hacerse de la vista gorda, o por usar a su hijo para desviar el debate. Ahí sí no, Carmen. No pierdas la cadenita y mejor no pases por alto las críticas a tus omisiones. Para que no quedes como el Nazareno de la canción.