GOMEZ12102020

Carta a quienes saben dónde está mi mamá
Lupita Rodríguez Martínez

Monterrey.- En solidaridad con familiares de víctimas de desaparición forzada en los 70 y a petición de ayuda para esclarecer su destino, comparto esta carta:

     “Desde que aprendí a escribir, me recuerdo redactando largas cartas con una lista de deseos que cambiaban cada año. Sólo una petición permanecía: “Quiero a mi mamá, tráiganla con ustedes”. Fantasiosa, la imaginé siempre montada en el elefante que cabalgaba tras la Estrella de Belén hasta llegar a Chihuahua. Las noches de 5 de enero significaban la expectativa de que, al despertar, ella estaría en casa. Nunca sucedió.

     Los rituales de rosca, cartas y regalos cambiaron cuando tomé conciencia de que mi madre, Alicia de los Ríos Merino, fue detenida-desaparecida de manera forzada por cuerpos policiales y militares un 5 de enero de 1978 en la colonia Nueva Vallejo de México, en un contexto contra-insurgente mal llamado Guerra Sucia. Las tertulias previas a su esperada llegada se transformaron en conmemoraciones privadas en las que su madre, su padre, su hija, su hermano y hermanas nos preguntábamos sobre su destino. Durante estos 43 años ha sido nuestra obligación demostrar a las instituciones que mamá existió y que, además, fue desaparecida por agentes estatales.

     Hoy ya no escribo cartas a los Reyes Magos, ni al Presidente, ni al Ejército. Comprendí que ni los mandos de la Federal de Seguridad ni de la Brigada Especial, mejor conocida como Brigada Blanca, fueron los únicos en conocer los lugares en que mantuvieron detenidos y desaparecidos de manera forzada a cientos de hombres y mujeres en la década de los 70, entre ellos a mi mamá. Para realizar esa práctica y posiblemente eliminar a las personas bajo su poder debieron estar involucrados más participantes y, sobre todo, testigos que observaron y callaron. Los ‘desaparecedores’ también debieron tener una familia que los recibía y veía sangre ajena en sus ropas, zapatos o cabellos.

     Hoy, en este contexto de muerte e incertidumbre que nos hace valorar profundamente la vida de quienes más amamos, apelo a la buena voluntad, la conciencia y la ciudadanía de esos familiares, vecinos y compañeros de los agentes de la Brigada Especial que provenían de la División de Investigación para la Prevención de la Delincuencia (DIPD), de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), de la Dirección General de Policía y Tránsito (DGPT), de la Policía Judicial Federal (PJF) y de las policías judiciales del DF y del Estado de México, así como de la Policía Militar y la Policía Judicial Federal Militar.

     Si su padre, abuelo, tío, esposo o vecino patrullaba en brigadas de cuatro agentes en autos no oficiales o taxis; si vestía de traje, no portaba uniforme oficial y estaba armado e ingresaba al Campo Militar Número 1 en forma permanente o viajaba a otros estados en el avión de la DFS, entonces es muy probable, casi seguro, que sabe o supo de lo que ocurrió con nuestros padres, madres y compañeros. Y la información que tengan, por personal, intrascendente, anecdótica o vieja que les parezca, significa mucho para quienes continuamos necias en conocer del paradero de nuestros familiares.

     Sus padres, abuelos, tíos, esposos o vecinos también fueron colocados en las sombras de la historia por sus propios mandos superiores policiacos y militares. Algunos de ellos fueron borrados, pero no por completo, ni para siempre. Para lograr encontrar a nuestros amores no se requiere que nos digan el nombre de los suyos si así lo consideran. Tan sólo denos los datos que pudieron escuchar: lugares en donde buscar, de los mandos que se enriquecieron con la muerte, de los documentos que no hemos encontrado.

     La historia nos ha enseñado que la violencia de Estado se implementa con legitimidad y consentimiento de diferentes sectores. Si hoy vivimos en un país con más de 70 mil desaparecidos, significa que lo habita una sociedad apática que se abstiene de participar en la solución de las crisis humanitarias. Pero eso no es un destino fatal, ni tenemos que formar parte de ello. Finalicemos esos combates del pasado, lamentablemente vigentes. Ayúdenos a esclarecer el destino de tantas personas buscadas. Es asunto de todas y todos.

     Ayúdenos a cambiar el futuro de un México que ha sido convertido en una fosa gigantesca, llenándonos a miles de familias de un dolor injustificable que no termina. Dense y denos la oportunidad de quitarnos las sombras de encima. Cualquier información que consideren relevante la pueden dirigir con toda confianza a alicia.contacto@centroprodh.org.mx, pues la trataremos con toda seguridad. Soy Alicia de los Ríos Merino, hija. El llamarme igual que mi madre nos une en más de un sentido. En esta circunstancia se resumen las marcas que su detención-desaparición ha dejado en mí y en quienes queremos y necesitamos saber dónde están los nuestros. Agradezco con el corazón en la mano su atención y la decisión de enviarnos esa información.”