GOMEZ12102020

Celebridades
Samuel Schmidt

Austin.- Finalmente el caso Djokovic se resolvió a favor de la ley, menos mal. El caso me recordó dos experiencias. Cuando enseñaba en la Universidad de Texas en El Paso (UTEP), un estudiante que era jugador de basquetbol se presentaba ocasionalmente a clase y abría el periódico completamente; en el examen final reprobó, y se inició un proceso en el cual el entrenador me estuvo buscando (hasta en mi casa) para presionarme para aprobar al estudiante. Cuando el estudiante se dignó a venir a verme, me dijo que lo debía aprobar porque hacía algo muy importante para la universidad.

– ¿Qué es lo que haces?

– Juego basquetbol.

Fue notorio que no se disculpó por la actitud agresiva y ofensiva en clase, o que propusiera que hiciera trabajo académico para aprobar, sino que era evidente que en su nivel se sentía una celebridad y asumía que le correspondía un trato especial y excepcional. El resultado es que reprobó, perdió la beca y el caso pasó al record negativo de la universidad, cuya administración se puso del lado del jugador. Tal vez yo tengo una cultura diferente, pero creo que una universidad es un centro académico donde el deporte complementa a la mente y no al revés; no es un centro cuyo objetivo central es preparar atletas, y donde lo académico está por fuera del requerimiento de preparación.

Cuando enseñaba en la Universidad de San Diego (USD), un estudiante reprobó y la jefa del departamento de Ciencia Política me llamó para decirme que debía modificar la calificación, porque el joven estudiaría medicina y el papá era donador de la universidad. O sea que el papá estaba comprando un título para su hijo haragán y la administración me pedía fuera cómplice. Me negué a modificar la calificación y le dije a la funcionaria que si quería, que ella la modificara; nunca más impartí clases en esa universidad.

Hace unos años se destapó un escándalo porque padres (celebridades) estaban “donando” a entrenadores para que seleccionaran a sus hijos para sus equipos y así poder ingresar a universidades de “prestigio”. Por lo menos una de ellas llegó a la cárcel, pero en realidad esas celebridades siguieron una vieja práctica de donación para ingreso.

El caso de Djokovic cae en el terreno de las celebridades que sienten/creen que pueden violar reglas, leyes y hasta normas éticas.
Una sociedad acostumbrada a adorar a las celebridades tiende a disculparles las fallas y aceptar que se conviertan en casos que reciben excepciones, inclusive para violentar la ley. Ese fue el escándalo en el juicio contra O.J. Simpson, una celebridad enjuiciada.

Djokovic se tomó la molestia de manipular documentos para violar la ley australiana; UTEP se tomó la molestia de activar un mecanismo de presión sobre un profesor, en lugar de utilizar sus recursos para que el estudiante cumpla con su obligación académica; la USD se prestó a vender un título; y varias universidades permitieron que bajo sus narices se comprara el ingreso en perjuicio de jóvenes que cumplen con las exigencias académicas para el ingreso.

Cualquier persona tiene la libertad de negarse a vacunarse, pero el Estado tiene la obligación de aplicar la ley de forma igualitaria para todos; y si no vacunarse es un riesgo de salud pública, el Estado tiene, por fortuna, la posibilidad y obligación de actuar. De los 256 jugadores del torno de tenis abierto de Australia, solamente UNO decidió no vacunarse; y exigía un trato excepcional porque está calificado entre los mejores del mundo. Bien hizo el gobierno en cancelarle la visa y expulsarlo del país. No solamente protegió a los jugadores, personal del torneo que atiende al turismo, sino que demostró que las leyes se hacen para cumplirlas.