Monterrey.- Estas campañas electorales en curso confirman que la nuestra sigue siendo una democracia clientelar. Y cada día que pasa deja de ser una democracia sin adjetivos porque se vuelve cada vez más clientelar con adjetivos.
El gobierno federal, pero también los candidatos quieren quedar bien a como de lugar con los sectores sociales medios y bajos, a quienes clasifican como clientes.
El gobierno federal gasta en subsidios ilegales y compensa lo poco que recauda con los ingresos de PEMEX y con los 15,000 millones de pesos de los fideicomisos que desapareció hace unos meses el Congreso de la Unión.
Así creemos que todos se quedan contentos, cuando no es verdad. “Papá gobierno me asiste y sólo estiro la mano”. Sobre todo en épocas de campaña. Uno de cada 10 mexicanos ha recibido una despensa a cambio del voto. De ese universo, por proyección histórica, solo 5% cambiará el sentido de su voto.
Además de despensas, los electores a quienes se les compra el voto reciben materiales de construcción y acceso a programas sociales. He entrevistado a decenas de electores de Santa Catarina, San Nicolás, y otras ciudades del Área Metropolitana de Monterrey y dicen lo mismo: me aseguran que no les causa ningún problema aceptar regalos de un partido o un candidato a cambio de su voto. Menos si se opera como política permanente.
¿Cómo garantizan los partidos que los electores a quienes compran su voto cumplirán su promesa frente a la urna? Mediante instrumentos de medición de su estructura piramidal. Por ejemplo, obligan al votante "comprado" a tomarle foto a la boleta con la marca a favor de ese partido.
O utilizan "niños halcones" que acompañan al votante a la casilla, para que cruce en la boleta el logotipo correcto. Mañana les contaré en este espacio, con lujo de detalles, todas las formas de fraude electoral que se usarán para este 6 de junio próximo.
A fin de cumplir esta política clientelar, los partidos usan las prerrogativas que reciben o el dinero de los patrocinios ilegales. Tampoco el gobierno federal esta manco, obviamente, en este tema. Cuenta para jugar a hacer política clientelar con los ingresos derivados del petróleo (casi 40% de aportación).
La política clientelar es un vicio de los gobiernos y una drena de recursos que deberían canalizarse a fines más nobles, menos viciados. Y es que para nadie es un secreto que el gobierno federal gasta poco en seguridad pública, social y en educación. Esa es la triste verdad. A esos rubros apenas destinamos 26% de nuestro PIB, frente a 45% de la mayoría de los países con economías tan grandes como la nuestra.
Entonces: ¿a dónde va a parar la mayoría de este dinero? A la política clientelar. Así de simple. Los sectores económicos se quejan del gobierno, pero todos quieren mamar de su ubre. Y otros sectores denuncian al Estado porque no funciona ni es eficaz pero en el fondo son los mismos que se quejan porque el Estado no les da.
Aunque el crecimiento de nuestra economía ha sido muy mediocre, sobre todo a raíz de la pandemia, vivimos una zona de confort. Es algo así como "gaste lo que de damos ahora, y páguenos el día de las elecciones, tachando nuestro logotipo". El canje es muy cómodo. Los pronósticos para que esta práctica clientelar se erradique definitivamente han dejado de ser alentadores. Encima, siguen los alarmantes niveles de inseguridad pública.
Con este desbalance económico, muy rápidamente habrá menos margen para cumplir con los subsidios clientelares y entenderemos por qué la nuestra es una democracia lánguida, frágil, sostenida con alfileres. “Ahora reclamo, y sigo estirando la mano”.
¿A dónde nos llevan tantas elecciones de democracia clientelar pagadas con nuestros impuestos? Hasta ahora, en los hechos, estos vicios sólo se pretenden reforzar.