Austin.- Parecía ser un misterio porque parecía que López Obrador tenía perdida la batalla en las redes sociales, mientras que su nivel de aceptación se mantenía elevado, y voy a aventurar una respuesta.
Hay una serie de elementos que explican el aparente éxito de la campaña anti-AMLO en las redes. Primero que nada depende de la red a la que usted se acerca; si predominan las pandillas de Krauze, Aguilar Camín, los Chuchos, parecía que la opinión de censura y ataque era dominante, porque había una campaña concertada y amplificación en los ataques.
Las redes están llenas de bots que se encargan de golpear al gobierno y a los apoyadores de AMLO por medio de la amplificación de la guerra sucia.
Alguien cerca de las redes de apoyo al gobierno adquiere otra perspectiva y hasta parece que la batalla no está resuelta.
El límite en el acceso a la red también tiene importancia. En un país con el nivel de pobreza de México hay carencia en la conectividad, una minoría tiene acceso irrestricto al internet y una minoría menor accede a las redes para actuar políticamente; luego entonces parece ser un sueño guajiro pensar que esa campaña puede penetrar a la sociedad y además ser convincente. Un ejemplo puede ser la toma del zócalo por FRENAA; esta acción no solamente no recibió un apoyo masivo, sino que las casas de campaña estuvieron vacías una buena cantidad de tiempo, inclusive las voló el viento en una ocasión. Las marchas intentadas por la ultra derecha han sido fallidas porque los cliqueros no se sienten a gusto en las calles, y no pudieron movilizar votantes para arrebatarle el poder a Morena en las elecciones de 2021, con todo y la enorme cantidad de errores que cometió este partido.
Entre los factores que pueden explicar el alto nivel de aceptación, está en primer lugar la estrategia de seguridad, que propicia aceptación social del ejército y la marina, mientras que muestra rechazo a las policías locales. Así no obstante el elevado nivel de asesinatos, la disminución en otros delitos que posiblemente afectan de cerca de la sociedad, genera una visión positiva sobre el trabajo del presidente.
A su favor está hablarle a la gente todas las mañanas y lo hace con un estilo coloquial, que lo distancia del pasado, de presidentes intocables y lejanos.
No podemos minimizar su largo trabajo de tierra, tantos años de recorrer el país y su acercamiento a la sociedad como presidente, le recuerda a la gente que ahí está para ellos.
La derecha piensa que el insulto, la calificación académica supuestamente ofensiva (populista) puede gotear hasta inundar la conciencia política societaria, pero la mayoría no participa de esa narrativa ni comparte la ofensa. Hasta ahora los memes han tocado a los políticos, pero ni han tirado gobiernos ni han ayudado a ganar elecciones.
La derecha ha puesto los huevos de la oposición en el cliquerismo, pensando que darle un click, un like, un retuit a los mensajes, consiste en una estrategia de movilización de masas, mientras los llamados de López Obrador llenan el zócalo con facilidad. Se enfrentan así los cientos de clicks contra los miles de manifestantes, la ficción de las granjas de bots frente a las masas que llenan plazas.
En países con alta conectividad posiblemente el cliquerismo tenga una influencia mayor, lo que no es el caso mexicano; no hay que irse con la finta de que suceda una primavera mexicana como la árabe, porque aquí las grandes minorías le tienen una deuda pendiente de cobrar a las oligarquías que luchan contra el líder carismático, mientras que en los países árabes el líder que buscaban deponer simbolizaba la opresión; en ese sentido AMLO ha manejado muy bien que sigue siendo una víctima de esa opresión y persecución, al igual que muchos millones de mexicanos y que con él ha llegado la opción de lograr justicia.
Largo camino le espera a la derecha si no entiende que su desgaste histórico no se compensa con los clicks en las redes, que su promesa de resolver lo que arruinaron ni convence ni tiene clientes.
El cliquerismo trata de incidir en las élites mientras que el activismo busca movilizar a las masas; las élites tienen una capacidad limitada para incidir en la movilización popular, mientras que el activismo sostenido tiene experiencia en las acciones de protesta, resistencia y rebeldía.
Hay que entender el camino que ha sufrido la tortuosa democratización mexicana y que los de abajo, los que han pagado con miseria y sufrimiento, ven esperanzados que el camino redentor empezó y para eso ayuda el discurso religioso y reivindicatorio de AMLO.