Coro2310

Correspondencia del hombre invisible, de Zacarías Jiménez
José Luis Domínguez

El responsable de estos textos
un día se sintió invisible
y para no llegar a retazos al olvido
se propuso escribirle
a las criaturas que avalaran
su afán por atrapar la esperanza.
Quién es quién
para decir quién es quién.

Zacarías Jiménez.

Durango.- Es muy grato, en esa búsqueda de experiencia en solitario, como lector voraz, el hecho de encontrarse circunstancialmente con la excelente poesía, escrita por alguien a quien se ha conocido en un campamento literario en Durango, a finales del 2010 y comienzos del 2011. El libro fue el producto de un intercambio, luego de que su autor, otros escritores y yo compartimos el pan y el vino en esas arduas jornadas novelísticas que incluían la bohemia ininterrumpida. El título, por demás sugestivo: Correspondencia del hombre invisible, de Zacarías Jiménez.

     Nacido en San Luis Potosí, por cuestiones del azar avecindado desde hace ya varios lustros en Monterrey, Nuevo Léon, Zacarías Jiménez consigue en poesía lo que también alcanza felizmente con su prosa: sacarle el filón de oro, como buen barretero de mina existencial que es, a la experiencia, gracias a un lenguaje mezcla de lo coloquial con el sentido metafórico, en un estilo pisaquedito que se arraiga como plomo en lo profundo y se resume en el espíritu platónico demoniaco de cualquier lector atento. Las metáforas de Zacarías, más que nihilistas, son existenciales. Cada una de ellas lacera la sensibilidad como con aceradas garras hechas de verdad.

     Son cuarenta y tres textos que surcan la senda del epígrafe, del lenguaje proverbial, se cuelan hasta el poema en sí, gráficamente distribuido en versos sobre la página y alcanzan la escala de la mínima prosa poética. La mayoría de ellos reflejan el estado de gracia del verdadero poeta que encierra este noble bohemio, silente y estridente soñador de mundos nuevos que es Zacarías Jiménez.

     Hay en sus poemas un humor negro, matizado con una ironía fina y una inocencia inaudita, tonalidades estas difíciles, mas no imposibles de conciliar en un poema para una artesano tan hábil, tan pleno de calle y de mundo como él.

     En Correspondencia del hombre invisible desfilan seres tiernos y candorosos como la niña Sofía metamorfoseada en ángel, Disamara, la mujer de seis años, la sonrosada rosa de los lienzos multicolores, la madre del yo elocutorio, la poeta Enriqueta Ochoa, extinta, la escritora ecuatoriana Leticia Damm, y otros nombres de mujer con las que el hombre invisible cobra figura y fuerza; están también un pugilista anónimo, un polígrafo tamaulipeco, y otras presencias.

     Uno como lector empedernido recoge, lee, expurga esta Correspondencia…, y se queda con la sensación de que ha pasado ya bajo la luminosidad del día y cuya sed, luego de padecer el cenit, gracias a la poesía, ha sido ya saciada.

* Reseña de homenaje a Zacarías Jiménez, a 4 años de su fallecimiento.
** Zacarías Jiménez. Correspondencia del hombre invisible, Conarte, 2010, 57 p.