Dallas.- Sé muy poco de política (por no decir nada), de la mexicana y de la de Estados Unidos. En ambos temas, soy una ignorante (pero igual, no se vaya, tal vez lo entretenga mi ignorancia). Empecemos por ahí. Con harta pena y hasta dolor puedo admitir que perdí una de mis amistades más largas y queribles, porque no pude aceptar a ojos cerrados que el expresidente AMLO fue terrible y que Claudia va a ser su títere para seguir estando al frente del país tras bambalinas. Desde nuestro último email, hace ya meses, mi amigo me ha castigado con el látigo de su silencio y me tiene arrinconada en el olvido.
Con esto quiero decir que reconozco mi ignorancia política. ¿Qué se puede esperar? Desde hace décadas vivo en Estados Unidos y vivo en la comodidad que me otorga la clase media de este país. Como se me dijo, lo que ocurra en México, a mí no ve a despeinar.
Mi ignorancia respecto a la política estadounidense es similar. Tampoco sé mucho. Raúl, mi esposo, era el que se mantenía súper informado sobre ambas. Yo lo escuchaba hablar bien de AMLO, incluso a contracorriente, cuando tantos hablaban mal del Peje. Y aunque siempre me faltó la audacia para respaldarlo al cien, de alguna forma y calladita tomaba las posturas de Raúl como mis pautas a seguir, sin nunca declararlas abiertamente.
Raúl y yo votamos por Hilary y por Obama. Claro, en esta vuelta, ya sin él, voté por Kamala. Ya no tengo a Raúl para que me explique sus opiniones de por qué estos eran las mejores opciones para personas de nuestro estatus socioeconómico. Recuerdo que mi padre, desde la década de los setenta, apoyaba a los demócratas. Por mi padre teníamos colgada una foto de JFK en la sala; tal vez se explique por las similitudes entre las culturas irlandesa y mexicana, empezando por nuestro catolicismo.
El miércoles 6, a las 4 de la mañana, me despertó una campanita de mi teléfono. Era un texto de mi hija Valentina en Detroit: una carita triste y el apellido de Trump. Mi respuesta fue un prolongado “nooooo”. Cuando después del trabajo pudimos hablar por video, me tocó vivir el amargo momento de ver llorar a mi niña por el resultado de estas elecciones. Ella, educadora de kínder, piensa en sus niños y se preocupa por lo que les puedan deparar las decisiones de este fulano que en la campaña (tengo entendido) amenazó con desmantelar el Departamento de Educación federal. Tal vez sea solo chisme y rumor, pero según estos (el chisme y el rumor), como los victoriosos escriben la historia, Trump y sus seguidores desean modificar la narrativa histórica de EUA, para que los niños blancos de la actualidad no sufran con saber que sus ancestros fueron esclavistas y los ancestros de más atrás aniquilaron los aborígenes de estas tierras como si fueran inoportunos estorbos.
De los inmigrantes indocumentados ni para qué hablar. Se dice que quiere hasta involucrar a los soldados de la Guardia Nacional para sacarlos del país. Imagínese. Esto de un hombre cuyos abuelos paternos fueron inmigrantes alemanes; su madre, nació en Escocia. O sea, que el propio árbol genealógico de Trump nos dice que es producto reciente de inmigrantes. Y ahora tanto odio para personas que viven la misma experiencia inmediata que su madre y sus abuelos de llegar a este país de tierras lejanas.
Todo esto para llegar a explicar mi devastación con los resultados y la reelección de DT como presidente. Tomemos como fundamento mi muy obvia ignorancia en todo lo que se relacione con la grilla.
Hablemos de cuestiones humanas (no que la política no lo sea). Trump es un delincuente, declarado como tal por los tribunales de Nueva York. Es un hombre que no inspira confianza alguna por donde se le mire: es un delincuente que ha cometido más de tres decenas de delitos. Es un ser humano sin escrúpulos que habla horrores de las mujeres. Baste recordar aquella grabación donde dice que como famoso puede agarrar a las mujeres por la pussy (palabra con una traducción al español mexicano de “panocha”); que su hija, si no lo fuera, se le antojara sexualmente; un tipo que quiso callarle la boca a una actriz de pornografía con 130 mil dólares. Estas cosas son las que a mí me apabullan. ¿Cómo es que los hombres y mujeres de este país, pudieron obviar estas realidades y desearlo como mandatario? Olvidémonos de las posturas y plataforma políticas de Trump y concentrémonos en su carácter humano: es un hombre depravado. Yo esperaba que el sentido común humano se iba a imponer y que no elegirían de nuevo a un ser humano como este.
Más apabullante aún es que fueran millones de personas autonombradas cristianas que con una mano sobre la Biblia votaran por él. No lo puedo asimilar. ¿De qué manera puede uno decirse seguidor y creyente del Cristo judío y votar por Trump? ¿En qué libros y versículos del texto sagrado se pueden fundamentar para respaldar a este hombre cuya trayectoria es superficial y vana: ¿Cuántas veces ha estado casado? (Por cierto, Trump el antiinmigrante, se casó con dos inmigrantes, la primera de la República Checa, la tercera de Eslovenia.) ¿Cuántas veces les ha sido infiel a esas esposas? Y claro, yo no soy nadie para tirar la primera piedra; pero tampoco hubiera tenido el valor de votar por él pensando que es la persona ideal para liderar este país.
Por eso el miércoles 6 de noviembre lo declaré como un “día de duelo personal”. Solo me queda aferrarme a la esperanza, como cuando mi amigo me decía que México, bajo AMLO y Claudia, va camino a la pérdida de su incipiente democracia y hacia la dictadura. Oh, esperanza, no pierdas tu color…