GOMEZ12102020

Crear un nuevo partido en Nuevo León
Eloy Garza González 

Monterrey.- Hace muchos años leí un curioso ensayo del más representativo ideólogo del PRI: Jesús Reyes Heroles. El texto decía más o menos que el PRI no era eterno. Y que no se cometía una osadía inventando un nuevo partido político regional. Yo creo en la fuerza de las regiones y en todo caso, debería haber una federación de partidos regionales. Estas campañas políticas en Nuevo León demuestran que hay una crisis de representatividad: los partidos vigentes ya no reflejan el parecer de los nuevoleoneses. Tampoco los independientes, cabe aclarar.

     Los candidatos hicieron de sus partidos simples trampolines para llegar al poder, o agencia de colocaciones, como decía Reyes Heroles. Sin olvidar las prerrogativas que los votos de este proceso electoral les darán graciosamente el próximo año: millones de pesos para disponerlos a su leal saber y entender.

     Nunca he sido fan de nadie que se ostente como ideólogo, y menos de don Jesús, que murió en 1985, a los 63 años, víctima de un lento suicidio: el cigarro y el alcohol (cáncer de pulmón y cirrosis hepática). Sin embargo, reconozco en don Jesús a un símbolo ilustrado del sistema político mexicano, al que sin duda se esmeró más en servir que en reformar, pero cuya memoria se engrandece cuando ofrecía su tesis sobre los partidos regionales. Mucha gente piensa igual que yo (que no soy más que un simple periodista, a mucha honra) y vamos a poner manos a la obra. Se acabaron los partidos grandotes, que quieren abarcarlo todo. Nos vamos por el segmento de electora que buscan el cambio en estas latitudes.

     Para el promedio de vida actual en México (75 años), don Jesús no era viejo. Su vida se interrumpió abruptamente. Pero tampoco le interesaba gozar de una larga vida, sino disfrutar simplemente del alcohol y del cigarro. Y dar sus clases en la Facultad de Derecho de la UNAM, donde le apodaban “El Rey Heroles”, por ser sanguinario con sus alumnos.

     Quienes conocieron a don Jesús, sabían que era alcohólico, aunque nunca perdía el dominio de sí mismo. Ebrio, don Jesús cocinó en Gobernación la Reforma Política de 1977, para pasar del modelo de partido hegemónico al pluripartidismo, contra la voluntad de líderes duros como Fidel Velázquez (a quien apodaba en su propia cara como “el ahuehuete”), y regañaba a sus alucinados jefes, que casualmente solían ser Presidentes de la República como Echeverría o López Portillo. Por cierto, de viejo, en la Colina del Perro, López Portillo también propuso crear un nuevo partido, y trascender el PRI, pero ya estaba viejo y Sasha se lo merendaba a pedacitos. Ahí, en esa casa, no había más democracia que la de Montenegro.

     Don Jesús siempre fue austero (odiaba el golf, los carros de colección, los yates y cualquier otro lujo propio del típico político júnior) y era severo hasta la ignominia. Una vez corrió de una cena a un subordinado, frente a los demás comensales, luego de lanzarle indirectas hasta el momento en que sirvieron los platillos: “yo no como con traidores, váyase de aquí”. Su afición era la lectura, la plática cultural de sobremesa y dictar (no solía escribir porque era torpe con las manos) libros de derecho e historia, como su monumentalmente aburrido “El liberalismo mexicano”.

     ¿Qué opinaría don Jesus si resucitara en estos días? Yo lo tengo muy claro: si en su época legalizó al clandestino partido comunista, ahora legalizaría nuevas organizaciones partidistas regionales; si en su época inventó las coaliciones, ahora las desaparecería por dispendiosas; si en su época aumentó el número de diputados, ahora los reduciría porque sobran muchas y muchos legisladores.

     Un día como cualquier otro, don Jesús pidió a su esposa y su dos hijos que se sentaran en la sala de su casa. Desencajado, les soltó la mala nueva: “me voy a morir”. Luego se marchó de su casa para citarse con el Presidente Miguel de la Madrid (su antiguo alumno de facultad). Don Jesús le dio su renuncia como Secretario de Educación y se fue resignado a morir en paz. No logró ninguno de sus sueños y menos el de formar nuevos partidos políticos regionales. Él no pudo hacerlo, pero nosotros sí. Y vamos a conseguirlo.