GOMEZ12102020

Creemos tan poco en El Norte
Luis Valdez

Monterrey.- La indignación es mala consejera. Las malas ventas de publicidad también son un peligro, para los vendedores y compradores. Peor si ellos hacían la realidad.

     El secreto: todos le van al que gane. Es decir, la gente prefiere votar por el que va ganando. La estrategia social es muy simple: que un periódico o medio de comunicación ha llegado a ser más fuerte por la influencia social (regio way of life) que por informar la verdad o la realidad de su momento. Vender las notas, cobrar por los resultados de una encuesta cada tres días.

     ¿Qué pasará con los partidos políticos que no pagan por las encuestas de este medio informativo, pues que nunca irán a la cabeza. Serán ninguneados. Y por ende, casi nadie votará por ellos. La gente, insisto, vota por los ganadores. Por los sobresalientes.

     ¿Cuántas encuestas le deberá el PAN a El Norte? ¿Cuántas le deberán el el PRI? O MORENA. ¿Hay un cobro de formalidad o del abrir de puertas al edificio para que los candidatos puedan entrar al debate organizado por el periódico?

     ¿Realmente gana un debate el único político que se atreve a pararse en el vacío del debate abandonado a soltar alharaca? ¿Ganó Samuel aunque no recibió ataques ni cuestionamientos?

     ¿Quién gana en este tipo de debates no logrados? El periódico por supuesto que perdió. Porque esto refleja la falta de credibilidad. Nadie fue a la tienda de la esquina donde te cobran de más. La extorsión, la mentira, el cobro por información alterada es algo que su clientela tiene por un hecho.

     M.A.K.iavelo está indignado. La primera plana del periódico está indignada. Haciendo un llamado a que los ciudadanos creamos que los candidatos nos han dejado plantados.

     No.

     Los plantados fueron los vendedores de publicidad política. Los ejecutivos que se frotan las manos cada vez que hay campañas y presupuesto con tiempo limitado.

     No garantizo mi voto ni por Clara Luz, ni por Adrián ni por Fernando. Pero sí les aplaudo la ocurrencia, el descaro de aceptar públicamente que sus campañas políticas (y su trabajo político, bueno o malo, mediocre o inexistente) son más importantes que correr a hacerle reverencias a un periódico que se cree más importante y poderoso que la sociedad misma.