Ciudad Victoria.- Ser aviador en las primeras décadas del siglo XX, implicaba un verdadero peligro. En pleno desarrollo de esta actividad, la memoria histórica registra numerosos y trágicos accidentes donde perdieron la vida los célebres pilotos: Emilio Carranza, Pablo "El Loco" Sidar, Francisco Sarabia, Carlos Rovirosa, Arnoldo González Garza y otros intrépidos personajes. En este sentido, cada año se recuerda la muerte del actor y cantante Pedro Infante, al desplomarse un tetramotor en Mérida, Yucatán.
En aquellos tiempos, surgieron corridos y canciones sobre el tema de la aeronáutica que lograron popularidad en la radio. También era costumbre que los niños gritaran emocionados en las calles: "!Avienten papeles... y no claveles¡", mientras escuchaban el ruido de los motores de avionetas y helicópteros que se desplazaban en el cielo. Los infantes se referían a cualquier tipo de hojas volantes que caían desde las alturas. Generalmente, eran mensajes impresos relacionados con campañas de propaganda comercial, sanitaria y política.
La presencia de un avión en Victoria, era todo un acontecimiento. Frecuentemente los periódicos locales, anunciaban cuando algún aparato aterrizaría en el Campo Aéreo. Por ejemplo el 14 de octubre de 1938, El Gallito publicó en primera plana: "Ochenta Aviones Están por Llegar a Esta Capital." Sin duda algo nunca visto en la historia de la aviación local, debido a la presencia de una excursión de hombres de negocios, procedentes de San Antonio, Texas rumbo a la capital del país.
"La ruta que trae esta excursión de ochenta aviones que viene a nuestro país, es por Nuevo Laredo, Monterrey, Linares, Ciudad Victoria, Ciudad Mante, Tampico y la Ciudad de México. Se cree que los excursionistas a su paso a la Metrópoli, visitarán esta capital, por lo que será muy probable que se acondicione el Campo de Aterrizaje."
De acuerdo a la noticia, prevalece la duda si en realidad esta caravana tocó tierra victorense, en tiempos del gobernador Marte R. Gómez. Lo más importante de la publicación, fue el gran interés que despertó entre algunos jóvenes de aquella época, deseosos de convertirse en aviadores. Específicamente Raúl Carriles, Marcilio Cavazos, Félix Barrón, César Mancilla, Homero Sánchez, Horacio Ramírez, Arnoldo González Garza, Modesto García y Roberto Cano Adame, entre otros pioneros de la misma generación, quienes abrazaron esta actividad cuando la capital tamaulipeca tenía otras dimensiones. Algunos de ellos vivieron desafíos, experiencias extremas y anecdóticas, mientras conducían sus aeroplanos.
El caso de Raúl Carrilles, es un referente para historiar este apasionante tema durante la década de los cuarenta. Él nació en Ciudad Victoria, Tamaulipas el 7 de junio de 1909, fue hijo de Manuel Carriles Villar y Amada Jaramillo Govea, quienes también procrearon a Irene y Manuel. Por el lado del padre descendían de abuelos españoles, particularmente del asturiano Ramón Carriles del Collado, hombre de trabajo que a principios del siglo XX se dedicó al cultivo del tabaco y fijó su residencia en el Camino Real a Tula.
Se desconoce donde cursó sus primeros estudios, pero es probable que fuera alumno de la Escuela Secundaria, Normal y Preparatoria. Lo cierto es que desde muy joven, mostró aptitudes artísticas como buen dibujante. En junio de 1931 publicó en el periódico El Heraldo, una caricatura en estilo art-decó dedicada al poeta y funcionario don Adrián Morales. El bardo correspondió con una serie de epigramas, donde reconoce su talento comparándolo con El Chango García Cabral, Alfonso X. Peña y el célebre Andrés Audiffred del periódico El Universal.
Flacucho y desmembrado
el caricaturista
que aquí me ha dibujado,
tiene talla de artista.
Del ingenio dotado,
es Cabral que se alista,
es Peña consagrado
o Audiffred ironista.
Es humilde y es bueno.
Confiadamente espera,
el fallo del futuro.
Y lo espera confiado,
como si presintiera
que su triunfo es seguro.
Lamentablemente, su incursión en este ámbito fue efímero y su vena estética se quedó en promesa. En ese tiempo, incluir una imagen en un periódico significaba un gasto excesivo para los editores, pues era necesario elaborar un "cliché" o grabado en la ciudad de Monterrey o San Luis. Si acaso publicó un par de "monos" del mismo estilo que aparecieron repetidamente en El Gallito de Lucio Mancha.
Sus verdaderas aspiraciones, eran convertirse en piloto aviador. Esta inquietud tuvo buen fin, gracias a la amistad con el gobernador de Tamaulipas Magdaleno Aguilar Castillo, quien le ofreció trabajo como secretario particular en cuestiones relacionadas con su manera de expresarse, arreglo personal y forma de conducirse en la vida pública.
Mientras que en un sector de la Loma del Muerto -actualmente Campus Universitario- operaba el único aeropuerto de la localidad; en febrero de 1941 don Magdaleno inauguró el Campo Aéreo en la Ex Hacienda El Petaqueño. Para entonces, Carriles le había manifestado su intención de convertirse en piloto aéreo, una profesión de moda con la que soñaban muchos jóvenes. Inmediatamente, el mandatario le otorgó una beca para a especializarse a la Escuela de Aviación Civil de de Monterrey.
Al regresar con el grado de Capitán Piloto Aviador, se hizo cargo de una avioneta propiedad del gobierno de Tamaulipas, con la que hizo algunos vuelos en misiones oficiales, que lo convirtieron en piloto experimentado. Además, adiestró a varios estudianted que deseaban ser aviadores. A petición de don Magdaleno, los domingos acudía a Jaumave donde ofrecía a los pobladores viajes aéreos de una hora a cambio de cinco pesos por pasajero.
En ese tiempo ingresó a laborar con Jesús Zorrilla Cuarón -emparentado con el director de cine Alfonso Cuarón-, propietario de un plantío de henequén y la desfibradora Santa Rosa cerca de Victoria. Muy pronto se ganó su confianza. Además de auxiliarlo en actividades administrativas del negocio, lo acompañó en viajes aéreos a Monterrey, Tampico y la capital del país en el propio avión de Zorrilla que en ocasiones él mismo lo piloteaba.
Durante varias temporadas, Carriles realizó campañas de fumigación y aplicación de fertilizantes en la zona de Mante, González, Manuel y en municipios fronterizos de Matamoros y Reynosa. En 1945 junto a su amigo José Montiel Tenreiro adquirió en cinco mil pesos, un avión de entrenamiento Taylor Cub. 55-23 4-38 Modelo J3-F50 Motor Franklin: "...Monoplano, Terrestre, Cabina Cerrada, con capacidad para un pasajero y asiento para tripulación." El aparato era propiedad del gobierno del estado. La avioneta se desplomó mientras Montiel sobrevolaba en Tula, Tamaulipas donde tenía una novia.
En 1948 Carriles viajó a Brownsville, Texas con su compañero el piloto aviador Homero Sánchez. El siguiente año mientras fumigaba un plantío algodonero en Torreón, Coahuila tuvo un accidente con lesiones en la columna vertebral. Para entonces era propietario del avión Beechcraft modelo 18, libero de ala baja fabricado en Estados Unidos.
El 21 de junio de 1951, mientras se encontraba supervisando el funcionamiento de un tractor en un campo agrícola de González, Tamaulipas propiedad de Zorrilla, sufrió un trágico accidente al momento de desmontar un terreno. Inmediatamente fue trasladado a un hospital de Tampico, donde falleció a causa de las heridas. Desde entonces es recordado como uno de los principales promotores de la aeronáutica en la capital tamaulipeca.
En varias ocasiones Carriles demostró madera de héroe del aire. Una de ellas cuando debido a las fuertes lluvias, el Aeropuerto El Petaqueño quedó incomunicado varios días. En ese momento, estableció un puente aéreo para entrega de medicinas, alimentos y agua entre sus compañeros del gremio aeronáutico.
Hacia 1936, contrajo matrimonio con Genoveva Arcos Rueda y nacieron sus hijos: Rosa, Laura, Berta y Raúl. Al enviudar se casó en 1950 con la joven victorense Angélica Pérez Martínez. De esa unión vino al mundo Angélica Berenice Carriles Pérez, quien se recibió de maestra en la Escuela Normal Federalizada. (Fuentes: Periódico Oficial del Estado de Tamaulipas/Reseña del Estado de Tamaulipas de Adalberto J. Argüelles y entrevista a la señora Angélica Pérez Martínez).
*Cronista de Ciudad Victoria