Monterrey.- Cada día es más común encontrarse notas de maltrato infantil en los hogares. La cuarentena significa infierno para muchos niños.
Hoy leí que una niña le confesaba a su madre que prefería enfermarse de coronavirus para no quedarse en casa y sufrir los “juegos de tocarse el cuerpo” con su tío. No quedaba claro si el caso era real con nombres y apellidos o un ejemplo del abuso que sufren miles de niños en el mundo, y que en estos días son un infierno para ellos. Sin tener a donde correr, ni tener la seguridad de que hablar con sus padres pudiera salvarlos.
También están los casos recientes de maltrato a los hijos por la frustración de darse cuenta que, ¡oh!, no tienen el conocimiento que las escuelas tanto se habían esmerado en aparentar. Los padres que intentan apoyar a sus hijos en las clases online descubren que no saben leer, que no saben escribir, que ni siquiera saben cómo pegar un papel con pegamento blanco.
Hay los padres que reaccionan jalando el pelo de sus hijas, dando coscorrones a sus hijos, además de palabras que los humillan. “¿Cómo es posible que seas tan burro? ¿No sabes hacer nada? ¡Mira, carajo!, Así se agarra un lápiz, ¡así!”
Ningún hijo es perfecto, aunque en las fiestas familiares presuman de eso. Las madres se enamoran de sus hijos y ellos tienen el temor de decepcionar a sus padres. Que los abandonen o tiren porque “no sirven para nada”.
Ojalá a final de cuentas esta cuarentena pudiera servirnos para aprender a tener paciencia en nuestro entorno familiar.
Conocer las capacidades y debilidades de nuestros hijos, de nuestros hermanos menores. Saber cómo motivarlos a tener más capacidad de asimilar las cosas.
También nosotros debemos aprender a ser más capaces de tolerar estas frustraciones. Y saber que en todo caso la culpa no es los niños, sino de la falta de claridad en los avances académicos.
No se trata sólo de ir a dejarlos y recogerlos de la escuela. Se debe tratar, a partir de ahora, de confirmar en nuestros hogares si realmente hay un avance en criterio y conocimiento personal o las escuelas sólo están haciendo malabares para cobrar.
La educación es un derecho. Seamos capaces de estar al pendiente de la de los nuestros, y de exigirla. No es una cuestión meramente personal o familiar. Entendamos, carajo, que es un bien para el futuro de todos.