Monterrey.- El cuerpo humano es una fuente de creatividad, no sólo de inspiración. Es capaz de visibilizarse a sí mismo, aunque no en su totalidad; más allá del proceso de propiocepción y autopercepción. Un cuerpo siempre es algo más que él mismo e integra otros tantos cuerpos: el cuerpo de los otros, juntos o a la distancia.
No es una novedad decir que vivimos en una época en la que la gente tiene más fe en el cuerpo que en el alma. Por eso hay una búsqueda frenética de lo material en lo material. Lo corpóreo es la principal asignatura de la vida moderna, aún cuando sabemos que siempre hay algo más. Ciertamente, en el cuerpo encontraremos respuestas.
Bajo el título de Anatomía visceral se reúne una serie de obras de pequeño formato de Ángel García, artista visual. Estas creaciones plásticas se exhiben el Pasillo del Arte Emergente, en el Centro Cultural Plaza Fátima. Recurre a la técnica del collage y provoca una meditación cromática sobre la anatomía humana, o mejor dicho sobre la representación de ésta, pues superpone imágenes de plantas, flores e insectos a cada corte, en distintos planos.
Éste es un viaje a un mundo entrañable: vamos al interior del cuerpo humano, a lo que está bajo la piel, acompañado de coloridos ornatos. Acaso el artista nos de algo más que una lección de anatomía, como aquella del Dr. Nicolaes Tulp, pintada por Rembrandt. Ángel García nos da una lección de ecología. Los cuerpos son interdependientes. Los cuerpos inertes aparecen junto a una exuberante vegetación y animales diversos.
El cuerpo animal y el cuerpo vegetal están en el cuerpo humano. Flora y fauna nos sustentan. Somos una cadena, nos recuerda Borges: “decir el tigre es decir los tigres que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, el pasto de que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madre del pasto, el cielo que dio luz a la tierra”. Marco Antonio Campos tenía razón cuando exclamó que la carne es hierba.
En el ventanal donde desemboca el pasillo hay, a contraluz, un texto de Zimarrón para presentar la exhibición. Lleva este epígrafe contundente y maravilloso, de Rafael Mandressi: “La verdad debe ser buscada no en los textos, si no en los cuerpos”. Señala que la práctica y la investigación anatómica está ligada al dibujo y la ilustración; particularmente en el Medioevo y el Renacimiento, donde se da la transición a un nuevo paradigma científico, superando el tabú del cadáver como objeto sagrado e intocable.
Zimarrón explica que la obra de García resignifica el paradigma del cuerpo en la naturaleza, crea un manual personal de anatomía, con su propio imaginario, a modo de nuevo bestiario: cuerpos diversos que sienten desde las vísceras. Más que la uniformidad periódica de los cadáveres de los libros, aquí reafirmamos la idea de que cada cuerpo es único e irrepetible. Concluye dicho texto con una cita pertinente del filósofo Jean-Luc Nancy: “Un cuerpo perfectamente formado es un cuerpo molesto, indiscreto en el mundo de los cuerpos, inaceptable. Es un diseño, no es un cuerpo”.
Hubo una época en la que los criminales ajusticiados rendían un último servicio a la sociedad: su cuerpo era diseccionado para su estudio científico. En cierta manera, hoy un artista les rinde tributo u homenaje: adorna esos cuerpos anónimos e intemporales con otros cuerpos coloridos. En la actualidad, gracias a la ciencia y la tecnología, tenemos un conocimiento muy preciso de la anatomía humana; sin embargo, los cuerpos siguen siendo un misterio en algunos aspectos.
A través de los cadáveres, siempre el cuerpo de los otros, vemos cómo es un cuerpo, cómo está constituido por la interconexión de sus partes. Quizás en pago, como una manera de honrar esos cuerpos, García los adorna con flores, hojas y tallos; con pájaros e insectos. Recordando la magnífica novelita erótica El anatomista, de Federico Andahazi, experimentamos La Primavera de la Mirada. Aunque, la obra de García no es propiamente erótica ni necrofílica: es la mirada detrás de la mirada. Una mirada sosegada y estética.
La Biopolítica impone el estudio del cuerpo, tanto a científicos como a artistas. Giorgio Agamben recapitula ese imperativo cuando, al hablar de la nuda vida, distingue entre bíos & zoë. Desde las autopsias y disecciones clandestinas, desde la obra de Andreas Vesalius De humani corporis fabrica (La estructura del cuerpo humano) hasta el manual de Grey, los atlas y los libros de Francisco González Crussí, Notas de un anatomista y La fábrica del cuerpo humano, el estudio de los cuerpos es fascinante. Un amor a los cuerpos, un amor por los cuerpos. Amor de perito anatomopatólogo. Y, al parecer, en la cultura occidental, el amor en general, está teñido de un instinto antropofágico: como el catoblepas o el uróboro, se devora a sí mismo.
Todos, absolutamente todos, incluso los que alguna vez estudiamos anatomía, medicina legal o medicina forense, estamos condenados a realizar un viaje personal e íntimo de autodescubrimiento. Repetiremos, sin saberlo, inconscientemente, las palabras de Héctor Viel Temperley, camino al Hospital Británico: “Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo”.
*Anatomía visceral de Ángel García permanece en exhibición desde el 10 de julio hasta el 21 de agosto de 2021, en el Corredor del Arte Emergente. Centro Cultural Plaza Fátima. Av. Vasconcelos y Calzada del Valle, San Pedro Garza García, N.L. Miércoles a sábado, de 16:00 a 20:00 horas. Entrada libre.