Cíclica discursiva
Tomás Corona
Monterrey.- Es la historia cíclica de un joven iluso que envejeció dando discursos; no predicaba en el desierto como en el viejo cuento, no; discursaba por todos partes y tenía numerosos oyentes, pero el contenido de sus disertaciones ni él se lo creía. Pero sus escuchas sí; es que el discursante, apoyado por su mañoso y añejado séquito, usaba un truco poderoso al que Chomsky denomina manipulación mediática, sinónimo de enajenación virtual, alienación de las masas, “mariguana del pueblo” (emulando al viejo Marx y haciendo una analogía de su consigna “la religión es el opio del pueblo”); en fin, todas estas linduras enfocadas hacia la destrucción y sometimiento de la conciencia crítica, tan comunes en nuestros días (acuérdese del futbol y la virgencita), en que la gente ordinaria, atosigada por su conciencia ingenua, todo se lo cree.
Lo bueno que habemos unos descreídos, pero somos pocos.
¿Y usted, sea imberbe o vetusto, ha creído alguna vez los discursos de los políticos?
¿ Entonces por qué los engrandece e idolatra, admitiendo sus fechorías en vez de denunciarlos?
Allá usted...