Mazatlán.- Rubén Rocha, nuestro gobernador constitucional, ha dicho que los problemas de gobernabilidad que se están presentando en Mazatlán y Mocorito son los propios de la democracia y agregaría una democracia sin calificativos. O sea, nuestra singular democracia, que algunos se atreven a ponerle apellido: narcocracia.
Y, ahí cambian las cosas, no estamos hablando de la democracia francesa o de la norteamericana de viejo abolengo, consolidada, sino, de una democracia acotada, no por las instituciones republicanas, sino por actores no sistémicos.
Entonces, los conflictos que estamos viendo -y, muy probablemente, seguiremos presenciando en el resto del trienio- no podemos analizarlos en clave de una falta de arreglo democrático entre actores responsables que defienden un programa electoral.
No. En las pasadas elecciones se hicieron visibles aquellos actores apoyando a unos candidatos mientras inhibían a otros, cuando no los violentaban, y eso no es parte del juego democrático, sino la tragedia de nuestros procesos electorales que se han vuelto un escenario donde los partidos políticos, ya no son los actores principales de las contiendas, sino simples peones, de un tablero que cruje y amenaza alcanzarlo todo.
Luego, los problemas no son los de la democracia, sino de los intereses que llegan a representar actores políticos cuando aparecen en la boleta electoral.
Por lo tanto, las rencillas que se traen el alcalde Luis Guillermo Benítez y Héctor Melesio Cuén, líder moral del PAS y flamante secretario de Salud en este gobierno de la 4T, no es como muchos lo ven entre dos temperamentos, dos políticos autoritarios o dos tipos de traiciones, cómo rápidamente algunos le pusieron apellido, sino, algo mayor, que va más allá del espacio de conflicto.
Luis Guillermo no ganó por su buen gobierno, ni tampoco por su carisma inexistente, incluso habría que ver si fue decisivo el apoyo simbólico que le pudiera haber traído AMLO -quien bastantes problemas tiene con la falta de resultados de su gobierno-, sí no, por el que hubieron brindado los actores de las sombras que, como documentó la prensa, que si ve inhibieron impunemente la acción de candidatos opositores y, Héctor Melesio, quien con su partido, iba en caída libre desde 2018 la tablita de salvación de Morena le permitió con menos del 10 por ciento de la votación ser el gran ganador de estas elecciones concurrentes (secretarias, diputados, alcaldías y todavía, mejor, ser hoy el aspirante más fuerte a la curul del Senado que estará en juego en 2024 y de ahí, al 27, la candidatura a la gubernatura).
Entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos de democracia en el trópico sinaloense?, no del parlamento inglés, ni el alemán,
hablamos de actores políticos que no tienen escrúpulo alguno al momento de tolerar actores fuera de la cancha institucional.
Y el resultado está ahí, ambos personajes poco escrupulosos, quieren alcanzar las estrellas, comerse al menos la mayor parte del pastel tropical, sin pensar, más que retóricamente en la ciudadanía, cuando ambos cojean de la misma pata y saben, que sus fortalezas, no están en sus votos, sino en los aliados que permitieron, al menos en Mazatlán, el triunfo contundente sobre una oposición atacada, amedrentada, asustada, paralizada.
Es, ahí, donde hay que ubicar el valor del espaldarazo que da el gobernador y el de los legisladores federales, a Luis Guillermo, luego del fallido intento de intermediación del secretario de gobierno que se levantó de la mesa sin ningún acuerdo y no volvió al puerto.
Pero, ya pasó una semana, del espaldarazo de la “plana mayor” del morenismo sinaloense, al alcalde mazatleco y persiste la misma situación de vacío, sin que las partes en conflicto lleguen a un acuerdo mínimo y continua esta falta de arreglo institucional donde a los gobernados parece decirle poco cuando le siguen recogiendo la basura y el agua siga cayendo, aunque sea, a cuentagotas.
Con esto llegó a la siguiente reflexión, y con ello cierro, acaso una elección como la que tuvimos en los principales municipios del estado donde algunos están ya integrados y haciendo gobierno, mientras en los mencionados, no salen del bache del reparto del poder, ¿resulta necesario después de la fallida intermediación y el inefectivo “espaldarazo” termine un golpe de timón de quienes intervinieron para garantizar holgadamente el triunfo?
Si esto ocurre, nada tendría que ver con el concepto de democracia que utiliza el maestro Rocha que seguramente leyó a Norberto Bobbio y a Robert Dahl, pero no a H.J. Pulhe que ha acuñado el concepto de “democracias defectuosas”, para justificar el conflicto Benítez-Cuén que ya cierra su tercera semana o, peor, que la crisis termine siendo el estado perfecto para los intereses de los actores realmente influyentes.
En política, recordemos, no hay vacíos.
Al tiempo.