Pero la trama en que se da la trata de personas es más compleja que lo que se ve superficialmente. ¿Cómo alguien puede caer en una situación así? Hay que considerar que emprender un viaje migratorio que recorre miles de kilómetros y cruza una o varias fronteras es sumamente caro y la gente lo paga, no porque tenga el dinero guardado para hacerlo sino, en la mayoría de los casos, como una promesa a quien se presenta como guía para llevar a cabo esa difícil travesía que incluye lo más importante, evitar a la autoridad migratoria. Es en este punto donde empieza una de las muchas formas que derivarán en trata de personas porque el compromiso de ser trasladado es pagar por adelantado, o en su caso, cuando se empiece a recibir un salario del que se le descuenta al deudor que muchas veces, se obliga a trabajar de manera involuntaria para pagar una deuda que se vuelve eterna y lo ata para siempre a punta de amenazas, extorsión y humillaciones. La esclavitud de una persona también puede intentar darse de manera abiertamente violenta como ocurrió con la masacre de los 72 migrantes asesinados en San Fernando, Tamaulipas (agosto, 2010), que develó un modus operandi de secuestro y reclutamiento de personas con fines de sometimiento y explotación. Fueron tales las alarmas que ese caso desató en su momento, que se pensó que sería un grito de alarma para el mundo entero, no obstante, tan solo en esta última década el negocio de traficar clandestinamente a personas y engancharlas contra su voluntad se ha mantenido boyante porque los que negocian con la necesidad de otros nunca pierden. Estos mercaderes de la muerte trasladan personas absolutamente todos los días, en rutas que van de África y Asia a Europa, de Europa Central a las grandes metrópolis del viejo mundo, de Asia a Inglaterra, lo mismo que de África a cualquier parte del planeta. En el caso de la ruta latinoamericana ésta atraviesa fronteras de todo el continente y se inserta en territorio estadunidense sin mayores dificultades dada la evidencia que tenemos ante nuestros propios ojos cada tanto, demostrando lo hipócrita de la política migratoria de ese país. Si algo hemos aprendido es que entre más controles migratorios se imponen más negocios de trata de personas se están encubriendo.
El problema es que resulta tan rentable el negocio del tráfico y eventual trata de personas, que el único riesgo que tienen quienes trafican con la vida es que, por cada stock de tráileres repletos de gente, alguno llega a sufrir un accidente escalofriante donde de manera deliberada se abandonan a las personas migrantes como se deja una mercancía echada a perder o inservible. Desde el viejo continente, Europa, llegan noticias de lanchas abandonas a su suerte en medio del mar que provocan cientos de ahogados y las noticias de contenedores con gente asfixiada desde Gran Bretaña hasta Texas se han oído muchas más veces que lo que la condición humana debería soportar. El caso del tráiler lleno de personas asesinadas por negligencia criminal en San Antonio esta semana, es solo un caso más que indigna y convoca a la movilización pero que, desafortunadamente, dicha reacción podría ser tan efímera como lo fue la anterior ante la desgracia que a finales del año pasado obligó al gobierno mexicano a instalar un “Grupo de acción inmediata contra la red de traficantes de personas responsables de la tragedia de Chiapas”, que vaya usted a saber qué resultados tuvo dicho Grupo de Acción que sumó a los gobiernos de la región, incluido Estados Unidos; y algo habrán hecho, pero lo que queda claro es que no sirvió para evitar nuevas tragedias.
* Investigadora del Instituto Mora.