Francisco Franco obtuvo armas y recursos de los fascismos europeos para vencer mortalmente a la república, pero nunca ha convencido a Latinoamérica, solo a los norteamericanos, que han tratado de construir un cuarto Reich durante la Guerra Fría y después del fin de la URSS. España se llenó de armas, acorazados, tanques, aviones y submarinos que la hicieron importante; incluso como retaguardia del mundo capitalista en los posibles escenarios de la Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, la España franquista ostenta la mancha permanente del filonazismo.
Andrés Manuel López Obrador, como el general Lázaro Cárdenas en su momento, ha hecho llamados para que funcionen los organismos internacionales y para que el Derecho internacional limite la ambición violenta de los países poderosos y los imperios fanáticos. La propuesta de AMLO para iniciar un diálogo ruso-ucraniano, que inhiba una guerra global, debe ser considerada en esa visión dinámica que ha caracterizado a la diplomacia mexicana en la construcción de la paz. El Derecho internacional no es el arma de los débiles; es la herramienta de los humanos pacíficos y racionales que buscan conjurar el mal y hacer más justa la vida. Es una lástima profunda que Ucrania, como el general Francisco Franco, sólo pida armas y condene a Europa a un conflicto total, que puede repetir el cataclismo de la Segunda Guerra Mundial, donde dicho país también tuvo un papel protagónico, del que parece no haber aprendido la lección.
México busca la paz, se reconoce en los ideales de la república española, porque el republicanismo es una forma previa de pluralismo democrático, donde caben todos. La diplomacia mexicana le corrige la plana al filonazismo norteamericano y al imperialismo agresivo en todas sus formas. México busca la paz porque sabe lo que es vivir al lado del imperio más poderoso, violento y abusivo en la historia de la humanidad.
Que el mensaje del presidente López Obrador sea escuchado para conseguir la paz y evitar las consecuencias que la falta mundial de solidaridad con la república española terminó por causar.