Ciudad de México.- Estamos tan inmersos en el debate coyuntural, el día a día y la efímera noticia que acapara las primeras planas para dejar de ser nota al día siguiente, que nos perdemos de algunos grandes y profundos cambios que van ocurriendo en nuestra sociedad. Estamos pasando de ser un país con un nacionalismo defensivo que nuestra historia relata en cada gesta heroica de defensa de la patria, a uno que desde hace ya varias décadas esta construyendo una sociedad más plural, abierta a la diversidad, y menos preocupada por estar permanentemente en guardia. Esto lo digo a propósito del mensaje profundo que trae consigo el comentario del presidente López Obrador en una reciente sesión mañanera cuando habló del atributo del ejecutivo de expulsar a extranjeros a través del artículo 33 de nuestra Constitución.
López Obrador mencionó que él no recurrirá nunca al artículo 33 para deshacerse de políticos opositores de origen extranjero y que, al contrario, los invita a visitar el país como lo hicieron los miembros del partido ultraderechista español, VOX, a invitación expresa del Partido Acción Nacional en el Senado. La mención no tuvo mayor resonancia, pero en el fondo, se trata de una decisión que puede tener un impacto mayúsculo porque toca la entraña misma del nacionalismo mexicano en la manera que se ha construido durante dos siglos.
El artículo 33 en su sentido original autorizaba a expulsar de manera inminente y sin juicio de por medio, a cualquier extranjero del país que se considerara “sospechoso de amenazar a la nación”, además, les prohíbe “inmiscuirse en los asuntos políticos del país”. Se supone que la expulsión del país es un último recurso y que es una atribución exclusiva del presidente en turno, pero la realidad es que, históricamente se ha prestado para que cualquier funcionario con cierto poder aludiera a dicho artículo de manera discrecional para amenazar, e incluso llegar a expulsar a un extranjero del país por las razones que fueran válidas a juicio de su verdugo.
El artículo 33 no es solo cuestión de los círculos del poder, sino que también es una referencia conocida y repetida entre la población en general a modo de amenaza velada u hostilidad abierta contra cualquier extranjero que se considera indeseable, incluso por las cuestiones más banales. Esto lo ha hecho un instrumento simbolico de xenofobia legalmente autorizada en nuestra sociedad.
Actualmente el artículo 33 es una norma sin dientes legales para su ejecución, pero sigue siendo un recurso y, sobre todo, una amenaza latente en manos de la autoridad contra adversarios políticos o personas que resultan incomodas para el poder. Lo que es increíble es que aun con la reforma constitucional del 2011 centrada en los Derechos Humanos el artículo 33 no se haya eliminado y se haya dejado, “por si se ofrece” dirán algunos (https://sinfronteras.org.mx/tribunal-confirma-actuacion-ilegal-de-inm-en-caso-de-miguel-angel-beltran-villegas/).
El 33 es un artículo heredado en su esencia de la época poscolonial posterior a la Independencia, que sobrevivió a la revolución y que se mantuvo como arma del poder en nuestra época. Tuvo motivos históricos, pero hoy no tiene razón de ser en un ambiente en que se propicia la libertad de expresión y donde finalmente la gente dice lo que piensa más allá de la territorialidad en que se ubique. El presidente López Obrador podría hacer un cambio profundo si en lugar de solo decirnos que él no aplicará nunca el artículo 33 como una postura democrática personal, apoya su derogación como una figura jurídica obsoleta, caduca, parroquial y, sobre todo, fuera de época. Mal haría, con todo respeto, en dejarle la tentación de usar el artículo 33 a futuros gobernantes y aún peor, a funcionarios menores que aluden este artículo como mecanismo policiaco.
A un nivel más colectivo derogar el artículo 33 nos obligaría a dejar la visión suspicaz, temerosa, timorata y sospechosista hacia el extranjero y posarnos con orgullo y seguridad frente a cualquiera sin recurrir de manera fácil al “aplíquenle el 33”, como instrumento sutil de silenciamiento e intimidación sobre quiénes como extranjeros en México se atreven a opinar o simplemente no son incómodos. Son muchos los cambios que se propone dejar como legado la 4T en un afán de replantearnos que nación somos y cual estamos construyendo hacia el futuro. Por eso, en este momento gritar Viva México tiene muchas nuevas formas de invocarse. esta es una: deroguen el 33.