GOMEZ12102020

Día Mundial Contra el Sida
Joaquín Hurtado

Monterrey.- El 1 de diciembre fue el Día Mundial de la Lucha Contra el Sida. Regálenme unos minutos por favor. Necesito decir lo mucho que aún pesa sobre nosotros los portadores y nuestras familias el régimen de silencio y abierto rechazo que individuos, sociedades, comunidades religiosas, discursos políticos y gobiernos negligentes han levantado en detrimento de nuestras vidas con el fin de destruirnos, erradicarnos de la faz de la tierra.

     Desde el punto de absoluta carencia de sustancias antirretrovirales hasta el día de hoy la búsqueda de medicinas basadas en evidencia científica ha dado excelentes frutos. La clave de su eficacia está en la detección oportuna y el apego a su ingesta. Los tratamientos son tan eficaces que a muchos nos han brindado una valiosa sobrevida durante décadas.

     Lo que nos jode mucho la calidad de vida es tener que lidiar con narrativas conservadoras, antiderechos, homofóbicas, oscurantistas, incitadoras de odio, que siguen en la misma actitud desde principios de la devastadora pandemia: el estigma fundado en el miedo y la ignorancia, coctel venenoso aunado a la moralina y una serie de prejuicios en materia de sexualidad humana.

     ¿Cuándo me infecté? Yo calculo que fue entre los años 82-83. En el 84 me casé y engendré familia sin saber que ya era portador asintomático del VIH.
¿Cuándo y cómo fui diagnosticado? En 1986 presenté un cuadro agudo por infección de herpes zóster. Acudí al Hospital Civil. Después de un conjunto de pruebas se me dio el diagnóstico definitivo en abril de ese mismo año. Mi mujer y nuestro bebé recién nacido también pasaron ese tremendo proceso. Después de muchas citas médicas y tortuosas luchas contra la burocracia y la actitud huraña de algunos médicos mi esposa y el bebé resultaron negativos a los anticuerpos.

     Duré varios años en un estado de shock y una depresión profunda, aislado, temeroso de recaer y de contagiar a otras personas. El año 89 me decidí a buscar ayuda. En Monterrey no había absolutamente nada de grupos de apoyo ni que brindaran información de calidad. Viajé a la Ciudad de México. Me entrevisté con el doctor Francisco Galván Díaz, a la sazón presidente de una ONG de información, lucha política y apoyo social. Gracias a aquella breve plática empecé a recobrar los ánimos. Regresé a Monterrey, donde mi mujer y yo fundamos el primer grupo civil de lucha contra el sida. He tenido altibajos emocionales y físicos. Lo más importante para mantenerme saludable ha sido el apego riguroso a los tratamientos, la higiene, evitar la reinfección por vía sexual, el cariño y el apoyo de mi familia y muchísimos amigos que nunca dudaron en darnos todo el soporte personal, además de salir con nosotros a la calle a participar en campañas informativas y activismo en el campo de las políticas de salud pública.

     Después de casi 35 años seguimos sin vacuna y con muchos obstáculos sociales. Nuestra vida no es completamente normal. El síndrome Covid-19 nos recuerda que la gente no siempre reacciona racionalmente ante contingencias de gran impacto. Nuestra fe en las personas buenas nos ha mostrado que por cada individuo tóxico hay diez que pueden aportar cosas positivas cuando uno cae en un bache de esta magnitud. El sida, y ahora el Covid, nos ponen a prueba como seres humanos. El escritor Carlos Monsiváis lo decía: el sida sacó lo mejor de nosotros, pero también lo peor.

     Yo sostengo que por la experiencia que les relato saldremos de la dimensión desconocida actual y el sol volverá a brillar. Gente negativa, mezquina, nefasta, protagonista, debemos señalarla, denunciarla, hacerla a un lado, no permitirles salirse con la suya. No pasarán.

     Agradezco su tiempo obsequiado a este breve testimonio. No agregaré nada más de mi parte porque todos los demás detalles están en mis libros Laredo Song, Crónica Sero, y la serie de crónicas publicadas en “Letra Ese” del diario La Jornada. Disfruten. Cuídense. Usen condón correcta, constante y amorosamente.

     Salud.