Guanajuato.- Comentaba en mi reflexión de la semana pasada las inéditas características que contiene el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación 2021-2024, un planteamiento del gobierno federal que asume el conocimiento científico como un instrumento transformador y de “cambio de paradigma” dentro del modelo de desarrollo nacional. Suena bien y parece justificado, pero cuando uno explora los detalles, comienzan las dudas y las inquietudes.
Se afirma que el diagnóstico en que se basa el vigente Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, “ve con justeza en el régimen económico neoliberal las causas de la crisis nacional, [y] es adecuado como marco general para un nuevo programa estratégico para el sector de Ciencia, Tecnología e Innovación en México.” Me inquieta este pronunciamiento porque se parte de una falsa premisa, pues nunca se define el contenido heurístico del concepto “neoliberal”, asumido como un adjetivo de obvia comprensión, cuando no es así. Se ha convertido en una simple etiqueta para el escarnio.
Sin embargo, el gobierno actual ha asumido la ortodoxia económica del modelo liberal de mercado de sus antecesores; la mayor diferencia es que la política social ha desplazado a la política económica como eje del plan de desarrollo. Pero se ha mantenido la política fiscal y la monetaria y se ha querido acentuar la austeridad en el gasto.
Se critica con severidad al pasado, fuente de todos los males: “las autoridades encargadas de coordinar el ejercicio de los recursos destinados al SNCTI en administraciones anteriores, no priorizaron el avance del conocimiento desde México, la soberanía científica o tecnológica nacionales, y tampoco aseguraron que los jóvenes formados en el extranjero con apoyo público, se quedaran en nuestro país a rendir sus mejores frutos. Con ello, en 25 años se generó un éxodo de más de 1.2 millones de mexicanos altamente calificados que dan su talento en empresas y universidades del extranjero” (p. 17). Una descalificación que se sustenta en información no referenciada y comprobable, obligatorio en un documento programático. Nuevamente se emiten juicios que descontextualizan los problemas; por ejemplo, la fuga de cerebros no puede ser atribuida al SNCTI, sino a los desequilibrios estructurales internos y externos de un modelo que devalúa la inteligencia. Es en ese ámbito donde se debe corregir el rumbo, aprovechando el rico capital humano que se genera en nuestro país. ¿Cómo? Mediante la meritocracia y el estímulo a la excelencia y la productividad, como se hace en los países metropolitanos, donde los expertos son reconocidos y retribuidos de acuerdo a sus capacidades y su desempeño.
Pero en México se quiere castigar la experticia y el “aspiracionismo” (ham)burguesado. Se cree que el conocimiento de frontera es “fifí” porque genera desigualdad, lo cual es cierto pero válido, pues seguimos participando en un sistema de mercado. Al desconocerlo se refuerzan los estímulos para la emigración de nuestros científicos, que no son diferentes a los pobres y marginados que en carabana buscan el sueño americano.
Se asume –muy bien– el compromiso de “atender las necesidades y hacer realidad los derechos colectivos de los grupos subrepresentados que históricamente han padecido una discriminación estructural al interior de la sociedad mexicana” y “reconoce la valía del conocimiento que tiene una tradición ancestral, que sigue regenerándose y aplicándose en las comunidades rurales de México” (p. 5). Pero cuidado: el conocimiento ancestral puede ser una fruta envenenada si se equipara al conocimiento científico. Puede reforzar los “obstáculos epistemológicos” de los que habla Bacherlard, y con ello eternizar supersticiones, atavismos y prejuicios.
Pero continuaremos reflexionando la próxima semana…
* Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León, Departamento de Estudios Sociales. luis@rionda.net ¬– @riondal – FB.com/riondal – https://luismiguelrionda.academia.edu/ –¬ https://rionda.blogspot.com/