La segunda noticia ha sido la aprehensión de uno de los delincuentes más peligrosos en México: el capo Ovidio Guzmán, alias “el chapito” o “el ratón”, uno de los cuatro hijos del “Chapo” Guzmán, cabeza del cártel de Sinaloa, el segundo grupo delincuencial más peligroso del país. Me parece claro que esta captura responde a la presión que ha ejercido el gobierno de los Estados Unidos desde hace algunos meses, en contradicción con la política de statu quo que ha intendado imponer el gobierno federal hacia ese cartel en particular.
México confronta grandes problemas en esta tercera década del tercer milenio, pero destacan en particular la ausencia de estado de derecho y la violencia criminal. Las dos buenas noticias parecen abonar en el trazo de un camino hacia la resolución de las dos contrariedades. Y si un día se logra consolidar el imperio de la ley y de la tolerancia cero hacia los delincuentes, el resto de los grandes problemas entrarán en cincuitos virtuosos que nos anunciarán una nueva era de armonía social.
La Suprema Corte se ha convertido en el único poder autónomo que es todavía capaz de refrenar las ansias deconstructivas de un ejecutivo anacrónico y mesiánico. Si se hubiera logrado el objetivo de colocar en la presidencia de la corte a una señora más afín, que se ostenta como abogada, pero sin la calidad académica, profesional y deontológica que se evidencia en la autoría de una tesis de grado original, se habría colocado a ese poder bajo la égida centralizadora del presidencialismo. La SCJN habría sido capturada, como lo fue la Comisión Nacional de Derechos Humanos y otros órganos de contrapeso. Nubarrones en el horizonte de la democracia mexicana. No fue así, gracias a una sociedad activa y vigilante de la que es un gran adalid el gran académico e intelectual Guillermo Sheridan.
En lo referente al golpe en la mesa que dieron las fuerzas armadas para atrapar al “Chapito”, también lo percibo como un cambio de rumbo en la pasividad que se les ha impuesto por la política de no hacer nada que descansa detrás de la expresión “abrazos, no balazos”. Hasta ahora, el grueso de la carga del combate a la delincuencia que afecta directamente a la población se ha cargado sobre los hombros de las corporaciones locales, las más castigadas presupuestalmente. La asociación “Causa en común” contabilizó al menos, 1,802 policías asesinados del 1 de diciembre de 2018 al 15 de diciembre de 2022. La gran mayoría son municipales y estatales (https://t.ly/3o7l).
Es deseable que esta nueva actitud de confrontación frontal con los violentos, basada en la inteligencia, la coordinación y la aplicación de una fuerza proporcional, se convierta en el nuevo estándar en el combate a los trasgresores. Sólo el monopolio de la fuerza legítima por parte del Estado puede detener al cáncer del crimen organizado.
* Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León, Departamento de Estudios Sociales. @riondal – FB.com/riondal – https://luismiguelrionda.academia.edu/