Guanajuato.- Explicaba en mi colaboración pasada que el Guanajuato International Film Festival (GIFF) nació en 1998 como una iniciativa ciudadana de dos conocedores locales: Sarah Hoch y Ernesto Herrera (qepd), quienes comenzaron su aventura con un festival de cortometrajes en la ciudad de Guanajuato, que poco a poco —como lo hacen los grandes proyectos— fue creciendo hasta convertirse en uno de los foros fílmicos más importantes de América Latina.
En el ámbito de la producción y la difusión cultural, es usual que las grandes ideas, que con el tiempo se convierten en instituciones emblema de sus comunidades de origen, sean producto del talento de personas visionarias y emprendedoras. Así sucedió en la ciudad de Guanajuato, que en los años cuarenta estuvo a punto de sucumbir a consecuencia de la depresión de la minería y de sus actividades económicas. La ciudad, que en el año 1900 albergó a 41 mil 486 habitantes, en 1940 había caído a 23 mil 521, un 43% menos. ¿Qué salvó a esta languideciente colectividad? En pocas palabras: la gestión de la cultura.
En 1942, un grupo de intelectuales comenzó a reunirse en una casa del callejón del Venado. Estos inquietos eruditos, profesores del Colegio del Estado, dieron origen a un movimiento cultural que se volcó en una vorágine de iniciativas, entre las que destacó el Centro Guanajuatense de Teatro y posteriormente el Teatro Universitario. El boom cultural cobró fuerza con el montaje local de los Entremeses de Miguel de Cervantes a partir de 1952. Veinte años después, en conmemoración de su aniversario, nació el Festival Internacional Cervantino, que hoy es el baluarte de la vocación cultural de Guanajuato, y uno de los recursos que le han dado viabilidad económica a la ciudad.
El GIFF ha tenido una historia similar: ha sido una iniciativa de ciudadanos talentosos, comprometidos con el arte y la cultura como vías para la construcción societal. Un proyecto cultural que se consolidó gracias a la terquedad de los apasionados, más que por los apoyos de los gobiernos en sus distintos órdenes o titulares. Pero sólo así se garantiza la permanencia y la superación de las iniciativas: evitando las veleidades de la política y los intereses del poder. Se ha apostado por la apropiación social de un evento que ha desbordado las coyunturas particulares, que ha superado la frivolidad e incompetencia de autoridades pasajeras, que se asumen poderosas por ser dueñas fugaces de los presupuestos públicos.
Supimos que, como cada año, a principios del actual los promotores del GIFF se acercaron a la administración municipal de Guanajuato, patrimonio de la humanidad, para convocar a la participación en el patrocinio del 24 foro internacional. Se recibió como respuesta la indiferencia e incluso el desdén, y el 19 de julio se dio a conocer una sorprendente opinión del edil capitalino: “aunque digan que el festival [el GIFF] es para todos, es el evento de un particular, es un negocio de un privado [sic]. Muchos eventos eran muy selectivos, no eran para todos. […] Haremos otro.” (nota de Cutberto Jiménez, a.m. t.ly/Sf2I). Estas palabras asombraron, al ser dichas por un entusiasta promotor de negocios privados con el apoyo de recursos públicos, como han sido las numerosas muestras, catas, ferias, rallies, momias viajeras, festivales, food trucks y demás ocurrencias de un empresario metido a la política, pero poco ilustrado.
Pero seguiremos analizando en la siguiente ocasión las implicaciones de esta decisión inopinada.
* Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León.