Como lo adelanté en las redes electrónicas, yo reconozco en Clau a una espléndida académica y a una gran persona por su sentido solidario. Somos egresados de la misma universidad, la Autónoma Metropolitana en su unidad Iztapalapa, aunque ella una docena de años después que yo. La conocí gracias a mi hermano Jorge (qepd), egresado de la misma licenciatura que ella, quien siempre le profesó amistad, admiración y respeto.
Los “uamitas” siempre hemos estado a favor del nuevo modelo organizacional de la UG, la llamada “departamentalización” de 2009. La UAM se fundó en 1974 con ese esquema, que propicia la colaboración interdisciplinar y el espíritu de conjunto, y supera los atavismos de la vieja escolástica de las universidades con raíces feudales. Pero hay que reconocer que la implantación local fue imperfecta, pues hubo de respetar viejos cotos de poder que mantuvieron una tendencia a la balcanización, que se puso de manifiesto en el enredado desarrollo de la competencia reciente por el máximo cargo universitario.
A Claudia se le objetó el hecho de no ser egresada de la UG. Esto me dejó pasmado, pues contradice a la sustancia misma de una universidad: la diversidad y el cosmopolitismo. La endogamia es una afección que favorece la mediocridad y el estancamiento. Opino que ella será capaz de aportar una visión alterna y holista a las naturales dolencias que aquejan a una institución en crecimiento, que deja atrás la piel provinciana y conservadora del Viejo Relicario, y entre espasmos busca construirse una nueva identidad.
Una identidad que se abra al debate interno sobre temas que aún causan escozor a las buenas conciencias: la erradicación de toda forma de acoso; el respeto ante la diversidad y el diferendo; el diálogo como vía permanente para atajar los inevitables conflictos; la participación de todos los conjuntos de la comunidad universitaria en los espacios formales e informales para parlamentar, y la revisión crítica de todo aquello que pueda obstaculizar el avance compartido. Me refiero a la legislación, la normatividad, y los usos y costumbres inveterados.
Tenemos una comunidad universitaria que vale oro. Recuerdo con orgullo las movilizaciones estudiantiles cargadas de generosidad, en particular la de diciembre de 2009. Las autoridades se bajaron de su pedestal a dialogar, y los chicos respondieron con un impresionante sentido de trascendencia. Habrá que retomar ese camino, ahora de la mano de Claudia, a quien le deseo el mejor de los desempeños.
* Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León.