Nuevamente me llama la atención la diferente calidad en la reacción del titular del ejecutivo con relación a casos extremos de crueldad, evidente en las narrativas expresadas en las mañaneras subsecuentes a los hechos violentos. La semana pasada fue llamativa la indiferencia y falta de empatía con el bárbaro linchamiento del joven Daniel Picazo en una comunidad de Huachinango, Puebla, el viernes 10 de junio. Se volvió a referenciar los “usos y costumbres” ancestrales del “pueblo bueno”. En cambio, el asesinato de los sacerdotes recibió un trato muy diferente, con enfáticas expresiones de solidaridad con la poderosa orden de la Compañía de Jesús –un referente para el pensamiento “progre” que asume la 4T– así como promesas de pronta resolución.
Por supuesto que el ataque mortal, artero e injustificado contra los hermanos jesuitas es altamente reprobable. Pero lo son de igual manera los cientos, los miles de sacrificados por el odio irracional del crimen organizado. Me incomoda percibir las diferencias en el trato presidencial, y me hace recordar su frase aquélla de “no somos iguales”. No se expresa el mismo respeto al dolor comunitario que causan estos casos destacados; me pareció evidente que el sacrificio de los jesuitas despertó, más que solidaridad y empatía, el miedo a la poderosa orden de origen de los dos religiosos asesinados. La reacción vigorosa no se hizo esperar por parte de la jerarquía jesuita nacional e internacional, destacando la expresión de dolor y rechazo del papa Francisco. Esto anuncia que la 4T se ha echado encima, ahora de manera involuntaria, a un nuevo y muy poderoso disidente, antes aliado.
Las mañaneras se han convertido en el frente más vulnerable de la administración federal. La cotidiana exposición de mensajes deshilvanados, sin meditación previa, sin ser cernidos por los responsables de cada área, genera sorpresas y desinformación que, aderezadas por el estilo confuso y discordante del orador, no ayudan a la comunicación transparente y democrática de las diferentes posturas del gobierno. Al contrario: se lanzan mensajes cargados de ideología rancia, intolerante y facciosa que lastima a unos hoy y a otros mañana.
La sociedad mexicana sufre como en pocas ocasiones en su historia. En eso sí están teniendo éxito los impulsores de la cuarta transformación: como en las tres previas, la violencia y el dolor entre hermanos cimbran el ser nacional, para luego culminar en el parto de los montes.
La violencia criminal debe responderse con la imposición inteligente del orden legal, incluso con el recurso extremo de la violencia legítima y proporcional. Para ello los ejecutores deben estar convencidos de que las herramientas de la ley deben ser aplicadas por las instituciones democráticas, y no por caudillos iluminados. Pero si desde la cabeza no se cree en esas instituciones y en ese orden legal, y se lanzan improperios como el de “no me vengan con eso de que la ley es la ley”, no se puede esperar más que el imperio del capricho personal y el desprecio al orden constitucional. Así el Estado rinde armas, y se convierte en aliado involuntario –o voluntario– de los poderes fácticos de los capos de la delincuencia.
Post Scriptum: Mi acompañamiento a los hermanos de la Compañía, pero también a los deudos de Pedro Palma y demás víctimas ignoradas de esta semana.
* Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León, Departamento de Estudios Sociales. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – https://luismiguelrionda.academia.edu/ – https://rionda.blogspot.com/