Guanajuato.- Hace poco leí un artículo científico firmado por el neurobiólogo español J. González-García, con el título “Síndrome de «hubris» en neurocirugía” (https://t.ly/EqQb). El texto, con interés médico psiquiátrico, pero con derivaciones políticas, me pareció de gran pertinencia para aportar conceptos para la interpretación de lo que está sucediendo en nuestro país y sus élites gobernantes.
Define el autor que al Síndrome de «Hubris» (SH) como “un trastorno psiquiátrico adquirido que afecta a personas que ejercen el poder en cualquiera de sus formas. Se ha descrito en multitud de campos, desde la política a las finanzas.” ¿En qué consiste? Trataré de sintetizar.
Los politólogos conocen que el poder social consiste en la capacidad de un actor de hacerse obedecer por los integrantes de una comunidad mediante el amago de recurrir a la coacción física o simbólica. Weber afirmó que ese poder se legitima si se basa en la autoridad tradicional, carismática o legal. El gran problema del poder es que puede tener un efecto narcotizante y adictivo sobre individuos vulnerables, carentes de la fortaleza moral suficiente para resistir la tentación de vincular una potestad social delegada con los atributos de su persona. Así nace el liderazgo mesiánico de los caudillos cardinales, los indispensables, los salvadores del pueblo.
El concepto del síndrome de «hubris» (término griego que significa “desmesura”) fue acuñado por el neurólogo y excanciller Británico David Owen en un libro publicado en 2008. Lo vinculó al comportamiento de ciertos mandatarios que “que creen estar llamados a realizar grandes obras; muestran tendencia a la grandiosidad y la omnipotencia y son incapaces de escuchar, mostrándose impermeables a las críticas”. Luego, en colaboración con el psiquiatra Jonathan Davidson, afinó los 14 síntomas que lo caracterizan: “1. Propensión narcisista a ver el mundo como un escenario donde ejercitar el poder y buscar la gloria; 2. Tendencia a realizar acciones para autoglorificarse y ensalzar y mejorar su propia imagen; 3. Preocupación desmedida por la imagen y la presentación; 4. Modo mesiánico de hablar sobre asuntos corrientes y tendencia a la exaltación; 5. Identificación con la nación, el estado y la organización; 6. Tendencia a hablar de sí mismo en tercera persona y usar la forma regia de nosotros; 7. Excesiva confianza en su propio juicio y desprecio por el de los demás; 8. Autoconfianza exagerada, tendencia a la omnipotencia; 9. Creencia de que no deben rendir cuentas a sus iguales, colegas o a la sociedad, sino ante cortes más elevadas: la historia o Dios; 10. Creencia firme de que dicha corte les absolverá; 11. Pérdida de contacto con la realidad: aislamiento progresivo; 12. Inquietud, imprudencia, impulsividad; 13. Convencimiento de la rectitud moral de sus propuestas, ignorando los costes; 14. Incompetencia ‘hubrística’ por excesiva autoconfianza y falta de atención a los detalles.”
Los autores ilustran este síndrome con ejemplos tomados de la historia moderna y contemporánea. Los regímenes populistas son excelentes caldos de cultivo para estos líderes iluminados. Yo le dejo al lector la tarea de identificar casos y sacar conclusiones.
* Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León, Departamento de Estudios Sociales. @riondal – FB.com/riondal – https://luismiguelrionda.academia.edu/