El instrumento fue un cuestionario de 80 reactivos de opción múltiple, que incluía también interrogantes basadas en lecturas de teóricos reconocidos. Todo parecía bien organizado y fluido: la recepción, el registro, el acomodo y el procedimiento. Se emplearon tabletas electrónicas adosadas a las curules muy cómodas, por cierto del recinto. Se nos exigió presentarnos a más tardar a las 10 horas, para que el examen pudiera arrancar puntual a las 11 horas. Se nos advirtió que quien llegara a destiempo perdería los minutos correspondientes dentro de los 180 totales con los que se contaría. La gran mayoría acudimos a tiempo, y al menos media hora antes de iniciar el ejercicio ya nos encontrábamos acomodados, esperando con paciencia en un ambiente relajado.
Sin embargo, las cosas comenzaron a andar mal cuando dieron las 11:00 y no comenzamos. Minutos después, uno de los siete miembros del Comité Técnico nos informó que se estaba dando tiempo para que “algunos compañeros rezagados” pudieran incorporarse. Primera sorpresa. Transcurrieron así 15 minutos. Cuando se nos indicó que podíamos iniciar nuestro ingreso al sistema informático, se presentaron más problemas: el sistema se congeló y se cayó en al menos tres ocasiones. Muchos de los aspirantes nos desesperamos, pues temíamos perder las primeras respuestas capturadas. Se nos tranquilizó con la promesa de que el tiempo se nos compensaría. ¿Cómo? Nunca supimos.
El examen contenía reactivos con niveles cognoscitivos muy diferentes: algunos eran memorísticos, con datos específicos de la ley electoral o de la historia política. Otros fueron más sustantivos, que requerían un nivel importantede comprensión lectora y de abstracción. Se podían señalar los reactivos en los que se dudaba, para volver sobre ellos más adelante.
Desgraciadamente nunca se nos compartió de manera previa un temario o guion de estudio, por lo que los examinados debimos prepararnos a ciegas, confiando en nuestro criterio y experiencia. Tampoco se nos aclaró si las disposiciones de la ley electoral debían asumir ya el contenido del Plan B, aprobado días antes.
Lo que resulta inaceptable fue que desde el día mismo del examen ya circulaban rumores de que el examen había sido filtrado a los aspirantes más cercanos al régimen. El retraso en el arranque de la prueba, y las “caídas del sistema” incrementaron los temores. Pero las sospechas se han confirmado al conocerse las calificaciones al día siguiente: las sobresalientes son de personajes vinculados directa o indirectamente al partido político en el poder. Muchos sin experiencia en el ámbito electoral. Sólo algunos son o han sido parte de órganos electorales. ¿Cómo es eso posible?
En lo personal no me fue tan mal, con 63 aciertos sobre 80. Pero el “punto de pase” para los hombres cayó en 66. Para las mujeres fue de 57. Con ese criterio se integraron dos listas de 102 aspirantes hombres y otro tanto de mujeres: 204 en total. A partir de ahora el nuevo filtrado se basará en el análisis de la trayectoria, la exposición de motivos y la calidad del ensayo que se nos pidieron para el registro inicial. De ahí saldrán las cuatro quintetas, de las que se habrá de seleccionar a los nuevos consejeros y consejeras. Esta última será la fase más subjetiva, en las que privarán criterios políticos y de cercanía o confianza.
Sospecho porque aún no hay evidencia material que el examen fue una auténtica trampa, en la que caímos muchos ingenuos. Algunos personajes cercanos al poder llegarán a las quintetas. Ante ello, es improbable que la selección final se dé por votación de los dos tercios de la cámara de diputados, y entonces se recurra al sorteo previsto en la ley. El destino del INE y de la democracia mexicana estarán sujetos al capricho de la moneda en el aire.
* Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León, Departamento de Estudios Sociales. @riondal – FB.com/riondal – https://luismiguelrionda.academia.edu/