Ciudad Juárez.- “Criminal”, escribe un columnista de El Financiero para referirse al presidente de la República. Es sólo uno de la legión de escritores en los medios que a manera de jauría lo insultan cotidianamente y propagan noticias falsas que luego grupos organizados para ese propósito repiten cientos de miles de veces. Son casi los mismos que han venido combatiendo a López Obrador con todas las armas a su alcance desde 2006 o antes. Pero ahora, han desatado toda su rabia.
Hay un empresario de Monterrey que al frente de un organismo ultraderechista, hoy en auge, recorre cuarteles llamando al golpe de estado. En las redes pululan textos, en los que se injuria soezmente a la madre del presidente, a su esposa, a su hijo menor de edad. También imágenes y videos trucados, como uno en el cual se hace decir al presidente: “¿Cómo evitamos el secuestro? Con una sociedad pobre”, cambiando la última palabra por la de “mejor” que fue la realmente pronunciada. Saben muy bien que cuando esto se aclara, ya la mentira se ha reproducido como virus. Todo esto sucede hora a hora todos los días.
Hasta donde recuerdo nunca en la historia de México se había producido este espectáculo. Durante el breve tiempo en que Francisco I Madero fue presidente, entre 1911 y 1913, él y su familia también sufrieron ataques similares. A su hermano Gustavo, quien padecía por la falta de un ojo, no lo llamaban de otro modo que “ojo parado” y así por el estilo. Sin embargo, los ataques no revistieron la intensidad y la bajeza a las cuales han llegado en este año y medio, más aún durante los últimos meses.
Nada les ha sucedido a estos maldicientes, no han sido tocados ni por el pétalo de una rosa y sin embargo… claman que el gobierno es una dictadura o está en vías de convertirse en una.
Nadie está obligado a compartir las decisiones, políticas públicas o expresiones de López Obrador, pero lejos de convertir las diferencias en un debate fructífero y llegar a las elecciones del próximo año para hacer triunfar a sus propuestas y candidatos, o a 2022 para revocar el mandato al presidente; intentan a toda costa acortar la vía, tomando el atajo de un golpe de estado los más recalcitrantes u otros buscando la renuncia.
Ninguna de ambas cosas obtendrán de seguro; pero, mientras tanto, han convertido el escenario político en una pocilga.