Monterrey.- En la calamidad que azota al mundo, esta prenda tendrá en las crónicas futuras de México, un sello tragicómico. Hace un año, cuando se avizoraba la letalidad del coronavirus 19, se desató una ola de compras de pánico de rollos de papel sanitario y cubre bocas, entre otros productos.
En principio fueron las mascarillas convencionales, luego las quirúrgicas, industriales, caretas, y hasta las escafandras tipo cosmonauta.
Se volvió fashion, para los políticos mexicanos, aparecer con estos accesorios, aunque su boca semejara trompa de mosca.
Por el desabasto hubo un llamado de atención; para la vida cotidiana bastaba un modelo convencional, dejando los de tipo médico a quienes verdaderamente lo necesitaban, los profesionistas de la salud.
Entonces, lo cool fue el cubre bocas con diseños y colores a cargo de modistas, un complemento del vestuario, como pañoletas o corbatas.
El asunto se politizó cuando el gobierno federal indicó que las prevenciones fundamentales eran la sana distancia y lavado frecuente de manos.
Otro motivo para dar contra al Gobierno; hasta se involucró al premio Nobel mexicano, Mario Molina (QEPD), quien sugirió su uso obligatorio, con base a una investigación suya, publicada en una revista médica, artículo que pronto debió retirar, por inconsistencias y errores metodológicos.
Pese a ello, los gobernadores levantiscos implementaron multas y arrestos a quienes no lo portaran. La avalancha se enfocó contra Andrés Manuel López Obrador, por su rechazo persistente. Se lo puso tres o cuatro ocasiones, durante viajes aéreos, para cumplir el protocolo.
Hubo una pausa cuando el presidente avisó su contagio, y confinamiento por dos semanas.
A su regreso este lunes, un grupo de notables le envió una carta donde sugieren, por enésima ocasión, decretar la obligatoriedad del cubre bocas en todo el país.
De accesorio preventivo, a bandera de campaña electoral.