Monterrey.- La actividad de la Legislatura LXXV del Congreso de Nuevo León 2018-2021, con sus 42 diputados, puede resumirse en algunos rubros sobresalientes.
Uno fue la integración de los grupos parlamentarios: el intercambio de legisladores de un partido a otro, semejaba un cultivo de bacterias visto al microscopio, uniones y desuniones a granel. Estas mudanzas, como si fueran de trusa o panti, continúa.
Hecho el tamal, apropiarse de las comisiones principales, del manejo de partidas millonarias, designar magistrados anticorrupción a modo, para absolver hasta del pecado original, a funcionarios de la administración pasada.
Al finalizar la elección de 2018, se presentó la oportunidad de destituir al gobernador y su secretario de gobierno, por manejos ilegales durante la campaña presidencial.
Un grupúsculo se aceleró, imaginando un golpe político espectacular. En plena emergencia sanitaria le dieron para adelante, con situaciones chuscas: amparo del Bronco contra el Congreso, convocatorias del diputado de la Garza, a la que solo asistían dos o tres de sus cuates, la clausura del edificio del Congreso por la Secretaría de Salud, so pretexto de emergencia sanitaria, y amparos por la vía rápida para su inmediata reapertura.
No se atrevieron a dictar el fallo, hasta que la Suprema Corte resolviera la controversia.
En tanto, los diputados cabecillas maquinaron otra ocurrencia, modificar la ley, para nombrar ellos a los directivos de la paraestatal Agua y Drenaje. Los frenaron en seco los vocales de la Iniciativa Privada, mucho pastel millonario para estos golosos.
La Suprema Corte también falló en su contra, no pueden decapitar a Jaime Rodríguez. No se recuperaban de este zape cuando les llegó otro, apremiándolos para reasignar a un magistrado, o los decapitados serían ellos
Esta Legislatura tuvo poco de Honorable, solo grilla con tufo pueblerino, materia para la mordacidad de Carlos Monsiváis, o Jorge Ibargüengoitia.