Monterrey.- Al Partido Conservador le pusieron un petardo en el fundillo, con el transitorio de última hora, para ampliar por dos años el mandato de Arturo Zaldívar, como presidente de la Suprema Corte.
La rabia fue por la chamaqueada que les dieron en el Senado, y por la impotencia de no disponer de recursos legales para obstaculizar la maniobra. Se enfocaron entonces en la cúpula del Poder Judicial.
“Zaldívar es un hombre íntegro, honesto y con principios”, aseveró López Obrador el viernes por la mañana. Este respaldo transformó al Ministro, en menos de 24 horas, en el personaje más aborrecido por los opositores a la 4T. De nada sirvió que de inmediato negara ser autor del agregado de marras, lo mutaron en una especie de bicho rastrero con toga y birrete, domesticado por el Peje.
Independiente de que la Cámara de diputados avale o no su permanencia extra, Zaldívar tiene su futuro en sus propias manos; debe acometer con entereza la reforma del Poder Judicial.
De poco le serviría enfrentarse a López Obrador, y alinearse con los opositores, ni siquiera se lo van a agradecer; de todas formas quedará etiquetado como pejezombie.
Al interior del aparato de Justicia ya tiene enemigos: la mafia de funcionarios que parten y reparten empleos entre familiares, amigos y recomendados, aquellos activistas opositores que regalan amparos contra toda gestión del gobierno de la república. Aquellos jueces y magistrados que -soborno previo-permiten que el rufián Alonso Ancira, abandone la cárcel, fumando un puro y con anillo en la nariz, como el millonario Gastón Billetes, de don Abel Quezada.
Zaldívar ha hecho carrera en base a su currículo laboral y académico, sin desplantes espectaculares o confrontaciones. Ahora debe ponerse las pilas, si no desea pasar el resto de sus días como cucaracha fumigada.