Monterrey.- En temporada de efemérides, como el actual bicentenario de la consumación de la Independencia, resurgen cuestionamientos sobre su veracidad. La Historia como los precios, está sujeta a cambio sin previo aviso, pero no de forma arbitraria.
La información disponible del acontecer nacional, hasta mediados del siglo XIX, se encuentra en escritos plasmados en diferentes materiales como piedra, pieles animales, papel; unos pocos en testimonios gráficos.
En los archivos históricos existen miles de documentos sin valorar, ni siquiera clasificados. En el trabajo de campo; uno que otro afortunado ratón de biblioteca encuentra alguna aguja en el pajar; mas por lo general es frustrante, luego de meses y años sin resultado alguno.
Sobre la saga de la Independencia de México, poca o ninguna información novedosa ha surgido. Cualquier modificación deberá ser con base en datos inéditos o poco conocidos, sujetos a riguroso análisis.
El hecho histórico no cambia, pero sí la interpretación, labor de intelectuales, con base a la información acopiada por los historiadores de oficio. En México son conocidas las dos vertientes, Lucas Alamán por los conservadores y Vicente Riva Palacio por los liberales. Pero tanto usted como yo tenemos la capacidad para juzgar hechos y personajes del pasado, según nuestro cristal.
Durante la estancia del PAN en la presidencia de 2000 a 2012, se puso en auge la revisión del discurso histórico, pero al no aportar nueva información, se convirtió en un ejercicio de mero revisionismo. El Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución en 2010, se tiñó intencionalmente de gris. Hoy retorna la visión liberal.
En todo caso, la valoración del hecho histórico depende de la capacidad del intelectual; la modificación, está a cargo de los historiadores de oficio, sin importar su filiación ideológica.
El sentido común lo sentencia: papelito habla.
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