No obstante, lo que parece novedoso, es que si estamos pensando en un partido local, este quede coyunturalmente subsumido a la formación nacional. Sí, por un cálculo político, de corto y mediano plazo, para establecer alianzas y obtener los beneficios de poder.
Héctor Melesio Cuén ha dicho que su partido “apuesta fuerte” en esta ruleta de la política coyuntural y se define sin cortapisas a favor de Adán Augusto López Hernández, el secretario de Gobernación, que está en la búsqueda de su nominación como candidato de Morena a la presidencia de la República; y aquel no se queda solo en el pronunciamiento, llama a la militancia pasista a afiliarse para participar en los procesos internos de este partido y logra movilizar a los suyos.
Esto ha desconcertado a muchos militantes de una y otra formación política, más a los de Morena. Incluso ha provocado la furia del gobernador de Sinaloa. Algunos de aquellos militantes lo han visto como una descomposición en nuestro sistema de partidos, donde todo se revuelve por encima de principios y programas.
No es una descomposición, es simplemente hacer política en tiempos posmodernos y neoliberales, del “todo se vale”, sobre todo cuando Morena ha abierto las puertas para que cualquier ciudadano se pueda afiliar; y de inmediato, o por eso, participar en el proceso interno para elegir a los delegados al Congreso Nacional; y posteriormente, influir la integración de los consejos directivos estatales y municipales.
Es una forma de agregación política que tiene registro histórico desde 1928, cuando se formó el PNR, el antecedente del PRM y PRI, que muchos por sus anteojeras ideológicas no logran ver (y menos aceptar); Morena es la continuación del PRI y no hay manera de rasgarse las vestiduras cuando se está llenando de expriistas (algunos incluso con doble militancia); ya el INE se encargará de depurarlos, por ser una formación nacional, no estatal.
El presidente, conforme con este proceso de agregación política, ha dicho que el ejercicio ha sido un éxito, pues participaron en él 2.5 millones de mexicanos. No hay en su alocución matutina ninguna consideración crítica por los sucesos bochornosos que provocó la convocatoria, y que distan de ser un proceso democrático que amplie las avenidas de las libertades públicas. Asomaron en ese proceso las peores prácticas del México predemocrático y, ya veremos, si internamente se cancelan algunas de las candidaturas electas.
Héctor Melesio quiere tener representación en el CEN de Morena; y al parecer lo logró: catorce de las setenta que corresponden a los siete distritos electorales del estado. El primer paso está dado. El PAS está y estará haciendo política nacional y local. Así que cuando convenga a su proyecto, será Morena; como también cuando necesite, será PAS.
Incluso, a efecto de negociación, será Morena-PAS. Y de esa manera muy pronto disputará espacios en la dirigencia estatal y las municipales de Morena, lo que podría significar que siendo un partido territorial obtenga nuevos triunfos, como ya sucedió en municipios y el legislativo, lo que reforzaría su posición en los comicios concurrentes de 2024.
Es decir, si resulta candidato presidencial Adán Augusto, los pasistas muy probablemente estarían más visibles en el escenario nacional, incluso siendo otro u otra la candidata presidencial, porque en Morena podría ganar perdiendo, como en el viejo PRI; si logra influir en las definiciones federales, podría alcanzar la vieja aspiración de los dirigentes pasistas de tener diputados y senadores en el Congreso de la Unión; es decir, Héctor Melesio disputaría una posición en la fórmula de mayoría de la cámara alta, y no se diga con mayor ímpetu en los cargos legislativos y municipales.
Lo cual podría ser, o es ya, una cuña mayor para el gobierno de Rubén Rocha Moya y su tentación absolutista; quien quiere evitarlo, o tendría que negociar desde una posición de relativa debilidad. Rocha Moya ya no tendrá a Manuel Guerrero para darle órdenes, aun teniendo mayoría en la dirigencia estatal, sino que tendrá que hacer frente a una constelación de fuerzas políticas con su propia agenda e intereses. Y una de ellas será el pasismo-cuenismo.
Claro, este cálculo también está pensado en clave de una supuesta debilidad de las oposiciones, no tanto en las locales, que no levantan y algunas de ellas rayan en la sumisión, sobre todo si la desafección partidaria que hemos visto en las elecciones y consultas populares, incluso en esta convocatoria morenista, no se traduce en reedición de 2018, con una amplia movilización a favor de la pluralidad en la representación política.
Ya lo vimos en 2021, en esta legislatura, con la constitución de un gobierno sin mayoría parlamentaria. Y más allá, mucho dependerá de cómo Morena resuelva lo de su candidatura presidencial, y si de ahí saldrá el candidato de la oposición; y es que después de la afiliación de Marcelo Ebrard a Morena (que la había evitado) podría quedar como opción opositora aquella proveniente de la máxima “para que la cuña apriete, tiene que ser del mismo palo”; y ese personaje es Ricardo Monreal, quien cada día está más fuera de su partido, manteniendo un discurso más acorde con las necesidades de la oposición.
Y no le falta razón a Monreal. Las escenas grotescas del domingo pasado no ayudan mucho al partido del presidente, salvo que haya estado fríamente calculado en aras de un bien mayor, que es la agregación política. Sin embargo, esto seguramente abonará a una mayor desafección por el morenismo, incluso en sus propias filas, como se perfila en las redes sociales. Hay quienes ya afirman que lo del domingo antepasado prefigura un fraude electoral para imponer un renovado maximato, que tendría como artífice al propio presidente López Obrador y, como operadores, a los gobernadores de su partido, que estarían dispuestos a cumplir cualquier indicación que venga desde Palacio Nacional.
En definitiva, leer la doble militancia en clave moral dista mucho de lo que está sucediendo y es insuficiente para entender el fenómeno político Morena, que cada día hace parecer a Andrés Manuel López Obrador a Plutarco Elías Calles.
Si persiste la vieja “izquierda” sinaloense, tendrá que empezar a convivir y hacer política con Héctor Melesio y su partido, en lugar de hacer corajes, despotricar. El mundo ya cambió con la política del todo se vale.