Monterrey.- Llega con su triciclo, bajo el sol de mediodía picoso, ardiente. El jardinero me ofrece sus servicios. ¿Quiere que le pode el árbol? Respondo que el árbol está bien, que no requiere corte. Lo veo lloroso. ¿Qué le pasa, don, todo bien? El anciano de ochenta años, chaparrito, delgado, sacude la cabeza afirmativamente, su voz apenas audible dice: Todo bien. Cuando va a empujar de nuevo el triciclo para seguir su camino se detiene, me pide un vaso de agua.
Se lo proporciono. Entonces suelta, me cuenta lo que acaba de suceder: un vecino de tres calles atrás, un gigantón, le pidió acicalar el césped. Cuando terminó, a punto de pagarle, el hombre le preguntó: ¿Va a votar mañana? ¿Por quién? Don Chilo contestó que sí va a salir a votar, por el partido del presidente, porque no le ha fallado con el apoyo económico que mucho le sirve para medicinas de su esposa enferma, y alimentar a varios nietos que dependen de él. El tipo se burló, molesto le gritó: ¡Por eso México no avanza, la gente quiere que le regalen dinero de oquis, por hacer nada, por puro comunismo! Don Chilo no respondió al comentario. El gigantón cerró la verja, lo dejó en la calle, sin pagarle.
Cuando don Chilo insistió, el tipejo lo amenazó: Si se me pone respingón lo reporto con la patrulla, por aspecto sospechoso, váyase, y que su presidente le pague, mi dinero no me cae del cielo, me cuesta mucha friega. Desde la distancia el fulano todavía le decía mientras se retiraba: Su voto es una desgracia, es basura, es un voto pa'l perro.
Le doy a don Chilo cien pesos, por nada, por su historia, por su asoleada, por su aguante con esas personas abominables.