GOMEZ12102020

Dos niños comen de un mismo plato como perros hambrientos
Ismael Vidales

Monterrey.- Nicolás Guillen es reconocido como el poeta nacional de Cuba. Hay un documental titulado “Nombre común: Nicolás” dirigido por Ernesto Bosch, que recoge los testimonios de escritores que lo conocieron íntimamente, alternando con imágenes de archivo poco conocidas del autor de “Sóngoro Cosongo” (1931); además la banda sonora incluye las musicalizaciones que de los textos de Guillén realizara el cantautor Pablo Milanés, así como la propia voz del poeta declamando algunos de sus poemas más memorables.

Guillén además de ser una figura cimera de la literatura cubana fue un hombre comprometido con la justicia social, como se refleja en su poesía que escribió a partir de experiencias emocionales y vivenciales, surgidas de su viaje a España en medio de la Guerra Civil, fue allí donde decidió su compromiso político con la causa comunista de tal manera que se afilió, -después de su participación en ese memorable Congreso de Escritores-, al Partido Socialista Popular Cubano, militancia que mantuvo hasta el fin de su vida.

Sus poesías transitan sobre dos rutas principales: la vida de los negros y la situación social. A mí me encanta su poesía, especialmente la de compromiso social me estruja el alma. Creo que a usted le va a pasar lo mismo después de leer “Dos niños” que le comparto en seguida.

Dos niños, ramas de un mismo árbol de miseria,
juntos en un portal bajo la noche calurosa,
dos niños pordioseros llenos de pústulas,
comen de un mismo plato como perros hambrientos
la comida lanzada por la pleamar de los manteles.

Dos niños: uno negro, otro blanco.
Sus cabezas unidas están sembradas de piojos;
sus pies muy juntos y descalzos;
las bocas incansables en un mismo frenesí de mandíbulas,
y sobre la comida grasienta y agria,
dos manos: una negra, otra blanca.

¡Qué unión sincera y fuerte!
Están sujetos por los estómagos y por las noches foscas,
y por las tardes melancólicas en los paseos brillantes,
y por las mañanas explosivas,
cuando despierta el día con sus ojos alcohólicos.

Están unidos como dos buenos perros...
Juntos así como dos buenos perros,
uno negro, otro blanco,
cuando llegue la hora de la marcha,
¿querrán marchar como dos buenos hombres,
uno negro, otro blanco?

Dos niños, ramas de un mismo árbol de miseria,
comen en un portal, bajo la noche calurosa.