Ciudad de México.- En el santoral laico de la izquierda mexicana, el maestro Edelmiro Maldonado Leal debería ocupar un lugar destacado. Su vida parece extraída de una novela del estilo de Así se templó el acero. Su trayectoria es un eslabón relevante entre las luchas por la transformación del país de la segunda mitad del siglo pasado y la realidad actual.
Incorruptible y congruente, Edelmiro fue, a un tiempo, profesor democrático, organizador obrero, intelectual revolucionario y comunista hasta el final de sus días. A contracorriente, educó a varias generaciones de militantes magisteriales y populares en Nuevo León, formó docentes, organizó huelgas en un estado con una de las oligarquías más retrógradas, luchó por la renovación del Partido Comunista Mexicano (PCM) hasta su expulsión, recuperó y divulgó la historia del movimiento sindical y militó durante el último tramo de su vida en la izquierda radical.
Nacido en Monterrey, Nuevo León, en 1926, en el seno de una familia de docentes, fue maestro normalista. En 1948, ingresó a las filas del PCM. Participó en el Comité Mexicano por la Paz. En 1954 fue integrado a la dirección. En 1959, en lo que fue una especie de golpe de Estado a Dionisio Encinas (emblema de lo que José Revueltas llamaba el estalinismo de huarache), se sustituyó el puesto de secretario general por un secretariado de cinco miembros, entre los que estaban Arnoldo Martínez Verdugo y el mismo Maldonado.
En 1954, Edelmiro contrajo matrimonio con una mujer excepcional: Sandra Arenal. Pionera del feminismo en Nuevo León, militante de la Juventud Comunista y sobrina de la esposa del muralista David Alfaro Siqueiros, Arenal escribió libros muy relevantes sobre la explotación obrera, como Sangre joven: las maquiladoras por dentro y En Monterrey no sólo hay ricos.
Como dirigente del PCM, Maldonado viajó en tres ocasiones a la URSS. La última, en 1960, como delegado a la Conferencia de Partidos Comunistas y Obreros, en la que afloraron las contradicciones entre soviéticos y chinos. A diferencia de sus camaradas mexicanos, él defendió la posición en favor de la unidad del movimiento comunista internacional, en lugar de inclinarse por los rusos.
Se acercó entonces al maoísmo y terminó chocando con la mayoría de los dirigentes del PCM. En la “crisis de los misiles” de 1962, tomó partido abiertamente en favor del derecho de Cuba a decidir soberanamente su futuro. En julio de 1963, el duodécimo Pleno del Comité Central lo suspendió por un año como militante y lo excluyó de ese órgano de dirección. Finalmente, en diciembre fue expulsado junto a Camilo Chávez, Samuel López y Tereso González, en lo que fue la primera ruptura de esa organización como expresión de la pugna chino-soviética. Los proscritos se propusieron, sin fortuna, reconstituir el partido.
Para ese entonces, el profesor Maldonado había regresado ya a vivir a Monterrey.
Allí comenzó a dar clases en la Secundaria Federal Reforma y se incorporó a las movilizaciones populares. Junto a Roberto Benavides, dirigente del Movimiento Espartaquista Revolucionario, impulsó la formación del Frente Magisterial y la lucha en la Normal Superior Moisés Sáenz Garza, epicentro de la resistencia al charrismo en la sección 50. Siendo Pedro Vázquez dirigente estudiantil de la escuela, Edelmiro llevó allí a dar conferencias a figuras como Elí de Gortari y Renato Leduc. En 1971, fue electo delegado al noveno congreso nacional del SNTE, en Nuevo Laredo. A escala nacional, acompañó la formación del Frente Magisterial Independiente Nacional (FMIN). Fundó y dirigió la Normal Popular, de donde egresaron centenares de maestros.
Durante años, financió sus actividades políticas vendiendo obras de Siquieros, donadas por la familia de su esposa. A partir de 1970, junto a Benavides, impulsó la formación del Frente Obrero Democrático Estudiantil. Edelmiro exponía a grupos obreros la historia de las luchas de los trabajadores en el país. Allí tomó forma su libro Breve historia del movimiento obrero mexicano.
El frente trabajó con el grupo Regeneración, de la sección 67 del sindicato minero, que ganó el comité seccional; con los vallejistas del Movimiento Sindical Ferrocarrilero; con los telefonistas agrupados alrededor del periódico El Guajolote, y en el movimiento de la maquiladora Medalla de Oro.
Ameno conversador, Edelmiro no tomaba alcohol ni fumaba. Vivió en un departamento en los condominios Constitución. Allí se reunían círculos de estudio de marxismo y pensamiento Mao Tse-tung, en los que también participaba su esposa, donde se formaron numerosos líderes magisteriales y sindicales, como José Cárdenas. A los jóvenes les recomendaba ser buenos estudiantes.
Procurado políticamente por Carmelo Enríquez y Antonio Martínez, ingresó a la Organización Revolucionaria Compañero en 1977, en la que militó hasta su muerte en 1980.
Fue, en el mundo de las movilizaciones y protestas obreras y populares en Nuevo León, una figura respetada, incluso por quienes diferían de él. Era el dirigente de mayor edad, el más experimentado. No faltaban jóvenes que, literalmente, lo veneraban.
“Conocemos más del hombre del Pedregal que de los orígenes del socialismo en México”, escribió Gastón García Cantú. Desafortunadamente, esta afirmación sigue siendo cierta para buena parte de la historia de la izquierda mexicana. Recuperar biografías como la de Edelmiro Maldonado (y su esposa Sandra Arenal) es un deber pendiente de cualquier proyecto emancipador.
* Texto publicado originalmente en La Jornada.