Cuando uno se pregunta por qué se le ocurren esas cosas al presidente López Obrador, de inmediato se suele pensar que son producto de una necesidad mediática o de su identidad megalómana, lo cual tiene cierta dosis de certeza. Pero hay algo más de fondo: El hecho de que el proceso electoral del 2021 se encuentra más próximo de lo que parece. Una coyuntura de vital importancia para la estrategia gubernamental porque de su resultado depende en gran medida la continuidad o el retroceso de su proyecto. De ese proceso electoral depende mantener o perder la mayoría en la cámara de diputados como instancia de prolongación de lo hasta hoy logrado.
Si algo pudiera alterar el resultado de esas elecciones, eso sería un acontecimiento extraordinario como la visita del papa Francisco a México con motivo de la celebración de los 500 años de la evangelización que, por el contrario, representa también la caída de Tenochtitlán por parte de los españoles y a la vez el triunfo de la conquista.
Pocos serían capaces de restarle liderazgo y opacar la imagen del presidente como lo haría Jorge Mario Bergoglio, así fuera que el pontífice visitara nuestro país después de las elecciones del 2021. El ambiente y los preparativos habrían representado una amenaza por el acrecentamiento de los sentimientos e ideales de la derecha, de los conservadores y, en suma, de los fifís. Y eso no le conviene al presidente López Obrador en el contexto electoral de ese mismo año. La ocurrencia de exigir disculpas a España es un mero pretexto y el desaguisado en que se metió valía la pena. Mal se hubiera visto el gobierno de México negando u obstaculizando la visita del obispo de Roma a nuestro país.
El papa Francisco ha declinado ya su visita a nuestro país a propósito de la invitación del episcopado mexicano, lo cual seguramente es un alivio para el presidente López Obrador y para su partido. Y el papa declina seguramente porque, como prudente y respetuoso que siempre es, no le gustaría que su visita se prestara para una disputa electoral como la que se celebrará en ese año. Y, además, porque también sabe que de haber aceptado habría venido a México en medio de un clima de crispación incentivado con las intenciones de exigencia de disculpa por parte del gobierno mexicano —algo que, por cierto, la Iglesia en su momento ya lo hizo— encima de arriesgarse a un desplante como el no ser recibido por el jefe del ejecutivo federal durante su visita.
No se trata de odios anti hispánicos ni religiosos, se trata de una coyuntura, de una medida pensada en términos muy pragmáticos, que en otro contexto habría sido incluso hasta favorable para la imagen y popularidad de López Obrador.
Marzo. 2019
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