CORONA17082020

EL CELSISMO
Un año sin Celso Piña
Nicho Colombia

“Celso Piña es un flautista de Hammelin algo extraño en este momento que el típico líder político es un flautista de Hammelin que ni toca, ni persuade, ni lleva a nadie a lugar alguno; en sus discos y bailes, Celso Piña encuentra en los ritmos, el sonido y el énfasis de Colombia, país de la violencia histórica, popular, que a los adolescentes y jóvenes mexicanos post José Alfredo Jiménez les persuade; bailar cumbia y vallenato es de tiempo libre completo, hay que ensayar e ignorar el género de la pareja, eso no es difícil mientras se baila –es más complicado ante el registro civil–, para seguir bailando. Celso es la moda fuera de la moda, es una voz admonitoria, cuando el rock está en la cúpula y es el modulador de los sentimientos contemporáneos, la cumbia y el vallenato son formas de autoconsolación síquica inartística, jóvenes en la pista que se han desprendido de la moralidad y la voz.”
Carlos Monsiváis

Monterrey.- El único comentario que tengo a Celso Piña, mi amigo, es gracias por todo a nombre de sus miles de seguidores y que lo vamos a extrañar mucho.
Nos deja un enorme vacío, pero nos quedamos con todo un mundo de vida. Con toda una identidad que gira en torno a su música.

     El Celsismo será una cultura viva, un rasgo cultural que identificará a sus seguidores. Una cultura que surge de las canciones de Celso Piña en ambientes llenos de escasez económica pero ricos en creación cultural.

     Celso surge de la marginalidad, de las mayorías silenciosas y doto a sus seguidores de identidad, un espejo de producción cultural que nos identifica.

     Se queda pudiendo estar allá, pero nos dejó su música. Celso te quedas en nuestra mente y corazones pues eres el cemento que nos mantiene unidos. Antes cuando bajabas de La campana, la gente te apuntaba con los dedos porque no sabía tu nombre. Ahora eres ya parte de nuestra cultura y la gente se reconoce como parte de su identidad.

     Celso no se ha ido y vivirá por siempre mientras suene un acordeón en un barrio bravo, mientras la racita lo recuerde, Celso es una cultura viva y una leyenda y las leyendas no mueren. Celso es un mito y para tus seguidores ya te convertiste en un icono y un ritual identitario que todo seguidor tuvo que pasar al haber sucumbido a su ritmo.

     Su mérito más grande fue el hecho de atreverse y hacer las cosas sin importar lo que la gente les dijera, es cierta medida se convirtió en un revolucionario en un rebelde, todo un sedicioso que se enfrentó y salió triunfador.

     Hoy por hoy es uno de los máximos exponentes de la cumbia en América, sin ser colombiano ha llevado este género musical por todo el Mundo.

     Oriundo del Cerro de la Campana al sur de Monterrey este músico bien puede ser catalogado como una de las máximas figuras de la cultura popular regiomontana en los últimos 50 años.

     Aunque si bien no interpretó música propia del noreste del país, su fama ha traspasado las fronteras, no sólo de la ciudad donde nació, sino de México entero y otros países.

     Celso sin proponérselo se convirtió en una especie de mito y ritual donde confluyen universos completamente distintos y que a través de la música colombiana encuentran su hilo conductor.

     Antropológicamente hablando Celso Piña bien puede ser considerado como un chamán ya que marca los rituales cotidianos de un mundo aparte, de una forma de cultura juvenil de la cual él es uno de los ejes gravitatorios, una subcultura caracterizada por modos y formas de ver la vida específicos que giran alrededor de las cumbias y vallenatos.

     Celso Piña es el chamán del Cerro de la Campana, un sacerdote rupestre que marca el tiempo y el espacio con el ritmo de su acordeón. Una especie de jefe tribal, que, a ritmo de cumbia, a través de los años a base de lucha y tesón, lo ha hecho ganar un espacio dentro de la cultura popular no sólo en el noreste sino en todo México.

     Su familia oriunda de la colonia Nuevo Repueblo fueron de las primeras que se asentaron en el Cerro de la Campana por lo que desde siempre aprendieron a luchar contra todo y pese a todo.

     Don Isaac Piña su padre, hombre bastante trabajador y compositor de corazón, fue quien indirectamente lo inicio dentro del mundo de la música.

     Para de los años 70 fue que Celso comenzó a dar visos de su futura carrera dentro del ámbito de la música.

     Seguidor de la música disco, de Los Beatles, Celso fue influenciado por la música de los Sonideros, seguramente bien recuerda esas tardes cuando de lo alto del Cerro de la Campana algunas personas sacaban aquellas bocinas grandes y compartían colectivamente a todo volumen esas sabrosas melodías de los Corraleros del Majagual, el Acapulco Tropical y por supuesto de Andrés Landero una de sus principales influencias que ha tenido a lo largo de los años.

     Luego de ser invitado a tocar en un grupo de música tropical, su padre Don Isaac le regalaría un acordeón, regalo que a la postre se convertiría en su compañero inseparable y podríamos decir que en una parte de su cuerpo ya que tanto Celso Piña y su acordeón, cuando sube al escenario, se convierten en una sola imagen, ambos se unen y forman en una sola persona.

     Seguramente cuando Celso abrió ese paquete que contenía ese anhelado regalo, simple y sencillamente fue como abrir la caja de pandora.

     Para Piña ese día fue muy importante en su vida, ya que marcó un antes y un después, desde esa fecha ya nada fue igual y ese cambio involucró sus hermanos más pequeños quienes juntos comenzaron a escribir la leyenda de la Ronda Bogotá.

     Tras muchas peripecias de tocar y tocar muchas puertas es que al fin de cuentas una de tantas se logró abrir y fue Víctor Nanni, productor quien le da la oportunidad y graba su primer larga duración, por lo que el sueño largamente acumulado se convierte en realidad.

     En ese lejano 1982 todo era nuevo y a partir de ahí todo lo que hacía se convertiría en historia, Celso comenzaba a perfilarse en una leyenda viviente.
Éxitos como la “Cumbia de la Paz”, la “Negra Nelly”, “Rosita”, fueron bien recibidos a nivel local y nacional.

     La tradición sonidera de la colonia Independencia, encabezada por Gabriel Dueñes, amigo personal de Celso, pasó del ámbito barrial a un grupo local que la interpretaba en vivo.

     Memorables fueron las actuaciones de Celso Piña en los Salones Alameda y los salones Del Prado, aquellas tertulias en Los Pinos, los bailes en las canchas de la colonia Altamira o sus actuaciones en los bajos del Palacio Municipal de Monterrey.

     Cómo no recordar a Celso Piña en las emisiones del programa televisivo “Mira qué Bonito” transmitido todos los días al mediodía por el canal 12 con Rómulo Lozano, Tello Mantecón y Raúl Salcedo “Cascarita” en la conducción.

     Los primeros grupos juveniles identificados como bandas o pandillas en declararse fieles seguidores de la música de Celso fueron los Cholos de los Condominios Constitución y la de la Nuevo Repueblo.

     La reunión previa de este grupo para acudir a los bailes se llevaba a cabo sobre la calle Naranjo un costado del reloj del Barrio Antiguo, muchos domingos antes de ir al baile del músico de La Campana se convirtieron en una estampa citadina que quedó en la memoria de los regiomontanos.

     Pantalones entubados, el típico estilo pelo corte conocido como Brother, las camisas floreadas son algunas de las modas que identificaban a Celso Piña y que desde los años ochenta forman parte de esta subcultura.

     Posteriormente más pandillas de la colonia Independencia comenzaron a formar parte de sus fieles seguidores, vale recordar ese saludo que Celso Piña le manda la popular “Tita” de Los Leprosos de la calle Morelia, una banda de “La Indepe Colombia”.

     Poco a poco de manera paulatina, la subcultura anónima, la crónica marginada de jóvenes urbano populares comenzaba a notarse dentro de la cultura regiomontana.

     Conforme pasaban los años el área de influencia de la música colombiana ya había rebasado el sector sur de la ciudad de Monterrey y se expandía a otros puntos cómo el Topo Chico, la Granja Sanitaria, San Bernabé, posteriormente hasta la zona Valle Verde y de la Colonia Moderna a toda la zona de Constituyentes de Querétaro y Guadalupe.

     Lo que era un fenómeno que identificaba solamente a la colonia Independencia se convirtió en un ritmo emblema de las agrupaciones juveniles, una identidad, una forma de adscripción, una comunidad emocional que veía Celso Piña como una de sus principales referentes identitarios.

     Cada producción musical de Celso Piña inmediatamente se convertía en un éxito musical, aunque sea Celso no nació en Colombia, como muchos suponían, rumor que aún hoy en día es como una especie de leyenda urbana, había personas que así lo afirmaban y acotaban que él era un colombiano radicado en Monterrey situación que es completamente falsa ya que es el artista es orgullosamente regio y radicado en el Cerro de la Campana.

     Sin perder nunca el piso y apegado a los valores impuestos por su familia, Celso Piña y sus hermanos fueron marcando al paso del tiempo una narrativa de vida que los convertiría en uno de los símbolos culturales del noreste de México.

     Ya para los años 90 Celso da un campanazo a nivel nacional con el tema “Dile”, éxito que lo llevaría a una presentación en el California Dancing Club, el popular “Califas”, el mítico salón de baile de música tropical más conocido en el Distrito Federal.

     Aunque había otros grupos de música colombiana en Monterrey que se encontraban en la cumbre y pese a que sus canciones sonaban a nivel nacional e internacional, la banda regia, “La Racita”, cómo Celso cariñosamente les decía, seguían fieles a su líder y sus melodías predominaban en sus gustos, en pocas palabras seguía siendo, y actualmente el consentido.

     Presentación tras presentación, Celso Piña seguía cosechando muchos éxitos, con la totalidad del boletaje vendido y de manera simultánea comenzaba a recibir reconocimientos por su logros en su fructífera carrera musical, uno de los muchos reconocimientos le fue otorgado por el extinto cronista e historiador de Sabinas Hidalgo, Celso Garza Guajardo, quién le entrego un diploma por su contribución a la cultura popular de Nuevo León.

     Posteriormente Celso se anotaría otro éxito al presentarse en la Casa de Pancho Villa, un lugar muy alejado de las cumbias y vallenatos.

     Luego vendría una presentación en el Bar La Tumba, velada musical a la que asistirían algunos poetas, intelectuales y personalidades del ámbito cultural y político regiomontano.

     El triunfo de Celso fue mayúsculo y las crónicas de ese 1998 referían elogios para el músico de “La Campana”, traducido en otras palabras: por fin el Barrio Antiguo le abrió las puertas a las cumbias y vallenatos, les abrió, de par en par, las puertas a la mayoría marginada, a los sonidos de un mundo silencioso, de quienes Celso Piña se convertiría en su principal exponente.

     Una vez Celso pisa los escenarios, de espacios generalmente ajenos a la música colombiana, ya nada es igual, más que una moda, su música se ha convertido en un modo, en una forma de expresión e identificación.

     Políticos, artistas sucumbían ante su ritmo el Baile del Gavilán, una auténtica danza ritual de la banda regia, que lleva precisamente este nombre por un éxito de principios de la carrera de Celso, llamada Los Gavilanes.

     El Baile del Gavilán, refleja mucho de la conducta de los jóvenes, es un auténtico baile ritual dónde el “Chamán de La Campana” literalmente ponen trance a sus seguidores, en un éxtasis chamánico, un encantamiento mágico de su acordeón que hechiza a las multitudes.

     “Yo solamente tocó, la gente interpreta mi música de la forma que quiere, me conocen de hace mucho tiempo soy parte de ellos”, diría Celso en una de las muchas entrevistas.

     Tanta fue la popularidad del Baile del Gavilán que este se convirtió en una especie de rito de paso por el cual tenían que pasar los políticos y personajes de la cultura popular cuando asistían a un concierto del músico regio.

     Fernando Canales Clariónd, ex gobernador de Nuevo León fue uno de los primeros que cayó en el hechizo mágico y bailó al compás del tema de “Rosita” en una ceremonia de entrega reconocimientos artistas locales por su contribución a la cultura popular.

     Este baile muy criticado por los sectores conservadores, pues evoca en sus movimientos algunos elementos del comportamiento juvenil en los barrios, de la noche a la mañana se convirtió en el baile de moda.

     Posteriormente en las campañas políticas los candidatos a elección popular se daban vuelo bailando “el gavilán”, de todos los partidos políticos, en todos los rumbos de la ciudad, esta danza era ejecutada por los políticos como una forma de acercarse a la gran masa juvenil y a las familias de los barrios marginales.

     Otro político gran amigo de Celso Piña es Humberto Moreira ex Gobernador de Coahuila quien desde que contendía para la Alcaldía de Saltillo se declaró admirador y seguidor de la música de Celso.

     Ampliamente criticado en su momento, Moreira invitaba constantemente a Celso a sus eventos populares incluso lo llevó a su boda donde fue uno los invitados especiales.

     En un homenaje de los muchos que ha recibido Celso en su carrera Humberto Moreira acompañó al músico regiomontano, y se trasladó desde la mina Pasta de Conchos en la región carbonífera, dónde había sucedido un lamentable accidente que le había costado la vida a más de 60 trabajadores mineros, hasta La Fe Music Hall.

     En este baile homenaje acudió además el ex gobernador de Nuevo León, Natividad González Parás y ambos terminaron bailando las melodías del músico regio vallenato.

     Memorable fue el encuentro de Celso con Gabriel García Márquez esto ocurrió en el museo marco y las imágenes de ambos le dieron la vuelta al mundo, sobre todo porque él ya fallecido Premio Nobel colombiano se entregó por completo a las cumbias que interpretaba Celso con su acordeón en museo Marco.

     La noticia se convirtió en el evento del año en los ámbitos culturales de Nuevo León y tal vez de México, hecho que guardando proporcione, literalmente vistió de frac a Celso y al todo movimiento cultural que encabeza.

     Su disco Barrio Bravo, que marca los 20 años de carrera musical, se ha convertido en un clásico, no sólo por la calidad musical de su contenido, sino por ser una de las producciones que identifican al chuntarísmo como un movimiento músico cultural emanado de las masas juveniles marginadas.

     Inolvidables además resultan las actuaciones de Celso Piña en el Auditorio Nacional donde el público del D.F. se entregó por completo al músico regio.

     Por su contribución a la cultura regiomontana Celso se hizo merecedor de la medalla Diego de Montemayor, un reconocimiento justo a este regiomontano, icono de la cultura popular y que representa a un movimiento músico cultural representativo de Monterrey que se ha propagado algunos estados como Coahuila, Tamaulipas, sur de Texas hasta Chihuahua.

     Ganador de varios premios Luna por su contribución a la música, cada producción de Celso se convertía en un suceso, producciones donde invitaba a artistas reconocidos mismos que terminaron reconociendo la calidad y el talento del regiomontano.

     En noviembre del 2008 de nueva cuenta Celso tuvo un encuentro con otro colombiano universal, esta vez le tocó el turno a Fernando Botero, quien cayó en el encantamiento de Celso Piña esa noche en el Palacio de Gobierno.

     Celso de Monterrey “Regio”; Fernando Botero de Medellín “Paisa”, ambos latinos y que se unieron a través de la cumbia y el vallenato.

     Natividad González Parás fue quien propició el encuentro y entre los presentes se encontraba el ahora gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina de la Cruz.
Dos colombianos destacados a nivel mundial como Gabriel García Márquez y Fernando Botero se convirtieron en admiradores del El Chamán de la Campana.

     Recordando una y otra presentación de Celso en los escenarios regiomontanos es claro afirman que en cada actuación el músico se reinventa y se convierte en un punto y aparte.

     Una de sus melodías “La China y El Pelón”, de la autoría de Joaquín Hurtado, es una de las muchas contribuciones de Celso a la cultura popular regiomontana.

     En este tema promueve el uso de preservativos para evitar las enfermedades de transmisión sexual un mensaje difícil y que al más puro estilo sabanero Celso lo dio a conocer.

     Amante de la lucha libre con frecuencia se le puede observar en la Arena Coliseo disfrutando de las funciones luchísticas.

     A lo largo de muchos años algunas agrupaciones musicales se han derivado de Celso Piña sólo por mencionar, la Tropa Colombiana y posteriormente la Tropa Vallenata.

     También hay que recordar que infinidad de acordeoneros camioneros tienen a Celso Piña como su maestro y guía.

     Hay muchos recuerdos de Celso Piña uno de los más gratos tuvo lugar en febrero de 1999 en un baile masivo en la Expo Guadalupe, la cual se encontraba lleno a reventar, dónde Celso se robó la noche cuando interpretó la Cumbia de la Paz acompañado en los metales por el maestro Pedro Cortinas recientemente fallecido.
Los miles de personas congregadas en el recinto de Guadalupe se entregaron por completo al regio vallenato.

     En el lejano diciembre de 1993, Celso Piña tuvo un mano a mano con Alfredo Gutiérrez, tres veces rey vallenato en el Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar, Colombia. Memorable fue esa actuación donde Alfredo terminó reconociendo la calidad musical de nuestro rey vallenato.

     El sueño largamente acumulado de Celso Piña se cumplió cuando se presentó en Colombia.

     Sin embargo, vale la pena mencionar que aún Celso muere y no cumplió una cita en el Festival Vallenato sin embargo la invitación no dependía del músico sino de los organizadores del festival más importante del vallenato en el Mundo.

     Este regiomontano bajo de las alturas del mítico Cerro de la Campana y se convirtió en el estandarte de un movimiento músico cultural que identifica a los regios sin proponérselo, Celso Piña, traza milimétricamente los contornos de este mundo, un mundo caracterizado en sus primeras etapas por el estigma hacia los integrantes de este universo y que gracias al aporte del maestro ha sido reconocido en los mejores escenarios culturales y musicales de México.

     Mientras pasa el tiempo Celso seguirá haciendo de las suyas sigue encantando a las multitudes y sobre todo sigue abriendo camino al movimiento regio vallenato que más que una moda se ha convertido en un modo de vida.

     Nadie más que Celso Piña representa a este conglomerado de personas caracterizado por el silencio, un silencio que a lo largo de los años ha sido transformado en música, canto, baile, modas y una forma de vida donde ser colombiano significa más que el hecho de haber nacido en Colombia.

     Celso Piña es habitante de este mundo y representa fielmente a esas personas que a lo largo de muchos años han enarbolado esta identidad colombiana, pese a vivir a miles de kilómetros de esa nación.

     Celso Piña tuvo que inventar un universo alterno para poder habitarlo y al hacerlo, como efecto dominó, fue creando otros un mundo paralelo donde habitan miles de personas cuyo gusto musical los identifica y no lo separa, al contrario los vincula cada día que pasa.

Lorenzo Encinas