GOMEZ12102020

El coro del amanecer
Nora Carolina Rodríguez

Monterrey.- Cuando vi en la programación de la Escuela de Verano de la Universidad Autónoma de Nuevo León la oferta de un taller para ir a avistar aves me interesó; pero cuando observé que eso estaba ligado con una rama del arte me convenció. El curso taller estaría a cargo de una artista multimedia y dos ornitólogos.

     De inmediato me inscribí y esperé una semana. Al no tener respuesta mandé un mensaje a la página de Facebook y me contestaron.   Revisaron sus bandejas y me dijeron que ese correo institucional estaba siendo depurado y redireccionaron mi solicitud.

     Pidieron una carta de exposición de motivos y la envié.

     Una semana después la artista mandó un email diciendo que habían tenido un gran número de solicitantes y que debido a la pandemia solo recibirían ocho personas. Que posteriormente harían otros talleres.

     Empecé a perder la esperanza de asistir, pero no dejé de revisar mi correo diariamente y finalmente me escribieron dando instrucciones de pago y debía llenar un formato de inscripción definitivo.

     Pagué y envié el comprobante.

     Dos días antes de la fecha mandé otro correo preguntando si llegó mi comprobante; en realidad era un pretexto para obtener detalles de la asistencia, para menguar la incertidumbre; un día antes me respondieron y me dieron instrucciones de estacionamiento, ropa que debía usar, horarios y programación. Escucharíamos el coro del amanecer.

     Me levanté a las 5 am y llegué puntual al estacionamiento del Centro de Investigación, Innovación y Desarrollo de las Artes de la UANL y la estrella de la mañana y una luna llena completaron el cuadro. Todavía estaba oscuro. Llegamos las ocho personas, nos dieron la bienvenida e indicaciones por si aparecieran osos: cómo actuar, qué hacer y que no.

     Una camioneta Van nos llevó arriba al centro de acondicionamiento físico. De ahí caminamos hacia una vereda. Apenas amanecía.
Pusieron a disposición audífonos y binoculares. Un gran micrófono ambiental transmitía a nuestros audífonos pero las aves aún dormían.

     Poco a poco se empezaron a escuchar diferentes cantos y los ornitólogos a explicar e identificarlas. También la artista mencionaba algunos nombres ya que durante la pandemia se ha dedicado a investigar con su ayuda y la de varias aplicaciones tecnológicas, las aves que tenemos en nuestro entorno.

     Mis oídos se poblaron de canciones de pájaros que si bien no podía ver, imaginaba posados en las ramas de los árboles, despertando acurrucados en hoyos o en nidos. Imaginaba sus plumas esponjadas por el sueño como un edredón cubriendo del frío de la noche.

     Caminamos a otra brecha por el cerro en un suelo calizo, de lajas que se desprenden fácilmente y también por un camino muy húmedo donde de seguro escurre agua. De pronto pasaban personas que van a hacer ejercicio y antes que llegaran, a mucha distancia, oíamos sus charlas y la música que llevaban. El micrófono es muy poderoso. Se oyó el tintineo de la campana del camión de basura y la de la iglesia. Están a más de 500 metros de distancia. Pensé que llaman para algo semejante.

Finalmente se dejaron ver cardenales y chachalacas. Vimos palomas de ala blanca, un colibrí y otros tres o cuatro aves más. No conservo los nombres.

     Después de casi tres horas de escucha volvimos en la camioneta al punto de partida. Con las medidas de higiene necesarias entramos y nos compartieron un refrigerio y café. Me da mucho gusto estar en instalaciones de mi Alma mater y recibir tantas atenciones. Durante toda la pandemia, casi un año y medio, no he ido a ninguna parte y casi se me olvida cómo es un evento académico o cultural y cómo es saberse atendida.

     Ahí pudimos ver el trabajo de la artista, producto de la escucha de aves. Se llama Bioacústica en el Arte. La información con que me quedé es la siguiente: se trata de plasmar en diferentes materiales las ondas sonoras registradas con cierta tecnología y además estas piezas son intervenidas por la artista con color, con Photoshop, usando distintas técnicas en cerámica como la cera perdida. Además ella nos explicó su intención de indagar sobre las aves, ya que al cesar el movimiento humano durante la pandemia ellas entonces fueron personajes importantes. Sus sonidos fueron revelados, sus cantos nos envolvieron y valía la pena realizar un trabajo artístico con eso. Hizo muchas reflexiones sobre los modos de producción y su relación con la ecología y las consecuencias de tener dichas costumbres. No podemos negar que la pandemia es una de ellas.

     Para mí siempre ha sido revelador que en nuestro medio urbano podamos contar con tantos pájaros. Vivimos entre cerros y arroyos, a pesar de la depredación no hemos logrado acabar con ellos. Además muchas son migratorias. A la casa llegan diferentes aves y anidan en el patio. He visto nacer palomas y colibríes. Es una fiesta para nosotros. Me gusta cargar a mis nietos y subirme con ellos a una escalera para que vean los nidos y los polluelos. Desde muy pequeño Emilio se detenía en el parque cuando escuchaba un pájaro cantando. Estaba aprendiendo a hablar y decía: oi! La vida en todo su esplendor.

     Otra cosa que me impactó fue la idea de la artista sobre los componentes ideológicos en el arte. Dice que no tiene sentido reproducir obras y mantenerlas en un museo. No había pensado esto, es contundente y replanteo lo que implica. Me había limitado a pensar que se necesita un gran poder económico para poseer obras de arte, que es injusto no poder mirar o admirar las grandes obras reconocidas mundialmente.

     Esta experiencia abre nuevas rutas cognitivas al incursionar desde lo sensitivo ligándolo al arte, ahora mis oídos captan de otra manera los sonidos de los pájaros que están a mi alrededor y esto mueve a reflexionar, me mueve a dibujar pollos y canarios. Gallos y avestruces. Es lo que puedo hacer con esto. Yo solo sé dibujar, colorear, tejer o bordar.

     Hasta ahora no he mencionado el nombre de la artista, se llama Angélica Piedrahita. Ella es una artista multimedia de nacionalidad colombiana y actualmente vive en Monterrey. Visiten la exposición en el Campus Universitario en Mederos. Se llama Biopoéticas3, se encuentra en el CEIIDA de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Revisen el perfil de la artista, conózcanla. Es impresionante su trabajo y su trayectoria.

     Por último y sin que me gane la soberbia, debo mencionar que nos inscribimos más de 150 personas y de entre ellos fuimos sólo ocho personas privilegiadas para asistir al taller.