Monterrey.- Aprendimos a disfrutar en familia. A cenar en una mesa. A vernos a los ojos. A agradecer por las dádivas. Por lo cotidiano. Por cada una de las promesas cumplidas. A continuar con el optimismo.
En un año tan convulso recapacitamos. Ahora las plegarias son por los enfermos. Por su recuperación milagrosa. Por cada uno de los inmigrantes. Por la oleada de centroamericanos en la ciudad. Para que no pasen hambre o desnudes.
Por las familias enlutadas. Encuentren sus almas consuelo y paz.
Por quienes también han perdido el empleo. Para que en breve se reactive toda la actividad laboral.
Pedimos por un nuevo orden mundial. Por el cinismo de muchos políticos. Por humildad para entender si hay algo por cambiar. La fortaleza del alma social. Encima de las riquezas personales.
Pedimos una noche de paz. Donde los cárteles del crimen organizado depongan las armas permanentemente.
Sin olvidar tampoco, a los criminales de cuello blanco. Los de las revistas de sociales con tanta violencia gráfica de sus excentricidades.
Pedimos por justicia para el mundo. De musulmanes, judíos, cristianos, agnósticos, panteístas, hedonistas, seguidores del lucero de la mañana.
Unos amanecen indispuestos. Con estragos en la sangre y con aliento a cloaca. Otros no despertarán. Trascenderán al cosmos.
En ellos también pensamos.