Mazatlán.- ¿Qué necesidad tenía Aguilar Camín (AC) de calificar de “pendejo y petulante” al presidente López Obrador? ¿Qué necesidad de sacrificar una trayectoria de sensatez para dar paso a la animosidad en un país y un momento en que las emociones están a flor de piel? ¿Qué necesidad de ver que los enemigos más radicales de AMLO lo consideren uno de los suyos y le den vuelo a esa interlocución con sus compañeros de prepa? ¿Qué necesidad que los más obradoristas confirmen sus certezas sobre los intereses que gravitan alrededor de la revista Nexos y quienes lo han visto como un intelectual razonable y capaz de argumentar con solidez, lo vean a flote con expresiones emocionales? Vamos, ¿para qué ser un nuevo resorte de la crispación que estamos viviendo?
No sé qué movió a AC a ese desplante donde muchos lo sitúan –interesadamente o no–, en el terreno de quienes odian a López Obrador y eso un intelectual no se lo puede permitir porque debe estar más allá de eso. Quiero pensar que el exabrupto es una mezcla de sentimientos encontrados. Por un lado, podría estar la convicción de que el gobierno de la 4T nos llevará irremediablemente a una hecatombe económica y social, y por el otro, el futuro de la revista Nexos una empresa editorial que siempre tuvo entre sus mejores clientes al gobierno federal y hoy podría estar en un serio predicamento de sobrevivencia.
Pero, eso son supuestos, imaginarios, de quien escribe, lo inocultable, es el malestar que existe en una franja de intelectuales que siempre habían estado cerca del Príncipe en turno y, ahora, se han quedado sin la sombrilla protectora que les permitía obtener privilegios del poder.
Más aun, se encuentran descontrolados, armando tertulias aquí y allá, marcadas por una crítica feroz que despierta sospechas por su sintonía y por una objetividad frecuentemente manchada por un sentimiento vengativo. Cómo una manera de decirle a AMLO: “Aquí seguimos y no te vamos a soltar hasta que caigas”.
Entonces, su prédica es política, está junto con Castañeda, Casar y otros, en busca de un movimiento social que los adopte intelectualmente frente al calendario electoral que empieza en 2021 y culminará en 2024.
El problema de AC, y de este clan cultural, es que se mueven en una narrativa de centro izquierda, y solo encaja por su anti obradorismo con los promotores de las movilizaciones más virulentas, como la manifestación que vimos el domingo pasado, entre los conductores de los autos de alta gama, pedían la dimisión de AMLO con un lenguaje autoritario, bravo, golpista, antidemocrático.
¿Cómo pedir la dimisión anticipada de un presidente legítimo que ganó ampliamente el 1 de julio de 2018? Eso pone a AC y a otros intelectuales, en un serio dilema, que los lleva al deslinde con los promotores de la pasada movilización.
Quizá, por eso, el llamado de AC a sus amigos de prepa para que sean parte de un movimiento político capaz de presionar a la Suprema Corte de Justicia y esta resuelva ipso facto las controversias constitucionales en contra de las reformas de López Obrador.
También que ese mismo movimiento sea capaz de alcanzar una nueva mayoría en la Cámara de Diputados y AMLO tenga un contrapeso en la segunda mitad de su gobierno.
Qué se constituya un gobierno dividido como aquel de los comicios intermedios de 1997 cuando el presidente Ernesto Zedillo al verse sin la “aplanadora” legislativa tuvo que negociar a la defensiva con la oposición que en ese entonces eran el PAN y un PRD que, curiosamente, tenía como dirigente nacional a AMLO (1996-1999).
Ahí, están puestas las esperanzas de AC, y los pronósticos al parecer no le son del todo favorables, quizá por ello su arrebato, su desesperación, el llamado a ese requilibrio político.
La Corte, ya no es lo que fue en otros mandatos presidenciales, que operaban a favor de las directrices del presidente en turno. Hoy existe distintas voces y eso permite que las resoluciones no salgan planchadas sino producto de un necesario debate abierto y transparentes sobre lo sustantivo de las leyes.
No obstante, está por verse cómo resuelven las controversias que hay en contra de los grandes proyectos en marcha de este sexenio –está semana, para no ir muy lejos, se dio el banderazo al Tren Maya en el tramo de Calkiní a Izamal–y, si en el hipotético caso que la Corte resolviera en el sentido esperado por AC, ¿no sé complicaría aún más el escenario con un choque entre poderes?
En cuanto a los comicios federales y estatales de 2021, si nos atenemos a los resultados de los ejercicios demoscópicos son en lo general favorables a Morena. ¿Podría cambiar esa intención de voto? Sin duda, pero tendrían que confluir varias variables para una tormenta perfecta contra el obradorismo:
1) Qué la crisis sanitaria termine siendo catastrófica con más contagios y fallecimientos por millón de habitantes, pero hasta ahora las cifras presentadas si bien son dramáticas, siguen siendo moderadas de acuerdo con la media internacional y especialmente respecto de los países más afectados empezando por nuestro vecino del norte y el grande del sur;
2) Qué entremos en una situación insalvable en el nivel de actividad productiva, inflación disparada y desempleo masivo, es decir, en una etapa recesiva y donde la gente busque culpables de su situación queriéndola cobrar por la vía del voto en contra de la 4T, pero hay que recordar que el gobierno federal no se ha endeudado y eso en una hipótesis extrema significaría una tabla de salvación lo que no ven muchos además los pagos fiscales multimillonarios dan un respiro al manejo del gobierno;
3) Qué la oposición social que se movió el domingo pasado, u otra quizá con un lenguaje menos golpista, sea capaz de capitalizar y canalizar ese descontento y llevarlo a las urnas y votar por partidos y coaliciones cercanas a la de sus promotores y eso dependería de un comportamiento negativo de las variables 1 y 2;
4) Qué el PAN y el PRI, más aliados, logren confluir con un sólido proyecto alternativo anticrisis para revertir las tendencias de voto que arrojan las encuestas y que hoy son favorables a Morena, lo que si nos atenemos por los últimos resultados locales no son del todo favorables para estas formaciones políticas; y,
5) Qué cómo lo han dicho algunos analistas, las elecciones de 2021 se definirán localmente y eso significa una gran mezcla de coaliciones sin precedente. Y podría ganar la idea que más allá de una estrategia nacional haya que ir con quien va arriba en la intención de voto (al menos así lo escuchó en Sinaloa) y, lo vimos en Baja California, donde los diputados panistas no tuvieron ningún prurito para apoyar la llamada Ley Bonilla que por cierto fue rechazada en la Corte.
Eso significa un enroque en varias bandas en las elecciones de diputados federales y estatales (gobernador, legislativas y municipales).
Este escenario complicado es lo que está provocando quizá el descontrol de mentes lúcidas y sensatas, cómo lo vemos en la animosidad de AC, y está llevando la discusión al terreno de los calificativos que las desacredita y obnubila la conversación pública.
Quizá, lo grave, es que esos ecos de calificativos son un incentivo para quienes una agenda desestabilizadora como la de los organizadores de la movilización en estos autos de alta gama que levantan el grito antidemocrático: ¡Dimite AMLO!, sin esperar el resultado de las próximas elecciones.
Al tiempo.