Es un vívido testimonio del poeta uruguayo que preservará la lucha pacifista de Salvador Allende, contra quien los golpistas al mando de Augusto Pinochet concitaron todos los odios y usaron a soldados, aviones y tanques para bombardear, destruir y quemar el Palacio de La Moneda.
Con realismo literario escribió que los golpistas financiados por la oligarquía mataron a Allende, para que no pudiera llamar al pueblo y traicioneramente derrocaron un gobierno democrático y popular.
Una vez muerto Allende, para matar su recuerdo, mataron también a todo aquel que lo defendió, además de perseguirlos, encarcelarlos, torturarlos, masacrarlos, ejecutarlos y desaparecerlos. No bastaba sólo con matar al hombre de paz, necesitaban matar su recuerdo y así lo dice en su poema:
Allende, el hombre de paz
Para matar al hombre de la paz,
para golpear su frente limpia de pesadillas,
tuvieron que convertirse en pesadilla,
para vencer al hombre de la paz,
tuvieron que congregar todos los odios
y además los aviones y los tanques,
para batir al hombre de la paz,
tuvieron que bombardearlo hacerlo llama,
porque el hombre de la paz era una fortaleza.
Para matar al hombre de la paz,
tuvieron que desatar la guerra turbia,
para vencer al hombre de la paz
y acallar su voz modesta y taladrante,
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo
y matar más para seguir matando,
para batir al hombre de la paz,
tuvieron que asesinarlo muchas veces,
porque el hombre de la paz era una fortaleza.
Para matar al hombre de la paz,
tuvieron que imaginar que era una tropa,
una armada una hueste una brigada,
tuvieron que creer que era otro ejército,
pero el hombre de la paz era tan sólo un pueblo
y tenía en sus manos un fusil y un mandato,
y eran necesarios más tanques más rencores,
más bombas más aviones más oprobios,
porque el hombre del paz era una fortaleza.
Para matar al hombre de la paz,
para golpear su frente limpia de pesadillas,
tuvieron que convertirse en pesadilla,
para vencer al hombre de la paz,
tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte,
matar y matar más para seguir matando
y condenarse a la blindada soledad,
para matar al hombre que era un pueblo,
tuvieron que quedarse sin el pueblo.
A 50 años de la barbarie de la dictadura militar, que intentó borrar la figura de Allende de la historia y de la memoria del pueblo chileno, se abre paso ahora una nueva lucha por la democracia, la justicia social y los derechos humanos para clamar nunca jamás la violencia, ni las luchas fratricidas.
Conscientes de que si no hay verdad y justicia no habrá paz, resulta alentador que los expresidentes Eduardo Frei, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, junto con el actual, Gabriel Boric, impulsen la Carta Democracia Siempre y el Plan Nacional de Búsqueda de Desaparecidos, para que el Estado asuma su responsabilidad total ante el pueblo.
Allende murió luchando por la paz, por la democracia y por el pueblo e inspira hoy a Chile para lograr la verdad, la justicia, la reparación, la no repetición y la paz nacional, ejemplo para nuestro México y el mundo.