Monterrey.- Seguramente muchas personas de nuestro auditorio vieron la película “El hombre elefante” inspirada en la vida real de un hombre llamado Joseph Carey Merrick y dirigida por David Lynch.
Joseph nació en Inglaterra en 1862, en la más terrible pobreza. Los primeros síntomas de la enfermedad que marcaría fatalmente su vida se manifestaron al año y medio, y a los cuatro se le empezaran a formar grandes bultos en la cabeza y se le empezaron a deformar las extremidades.
Joseph tuvo dos hermanos sin este síndrome, uno de ellos murió a los cuatro años de escarlatina y su hermana vivió hasta los veinticuatro.
Su enfermedad le provocaba dificultades motrices y de respiración. Los chichos y los mayores lo discriminaban por su desagradable aspecto, pero su madre nunca lo dejó solo y se encargó de educarlo junto con otros niños de la Iglesia bautista a la que asistían, sus progresos escolares fueron evidentes y con el tiempo mostró una cultura y sensibilidad excepcionales.
Su madre murió cuando Jospeh tenía once años. Su padre se volvió a casar con una viuda que tenía dos hijos, y Joseph se convirtió en un estorbo. Su madrastra lo obligó a trabajar en una fábrica de tabaco. Su vida se transformó en un infierno por el constante maltrato de su madrastra y hermanastros que no le dejaban comer y lo golpeaban sin piedad. Para colmo, la deformación de su cuerpo provocó que lo despidieran de la fábrica.
El padre le compró un carrito de vendedor ambulante en el que ofrecía mercería por las calles de Londres, pero encima de su labio había crecido ya un enorme tumor con forma de trompa de elefante que disgustaba a la gente y le impedía hablar con normalidad, así las cosas, prácticamente no vendía nada, llegaba a casa sin dinero y recibía la consabida paliza de su madrastra.
Al cumplir quince años cogió su carrito y sus escasas pertenencias y se marchó para siempre.
Vagabundeaba por las calles hasta que un tío lo recogió, pero fue por poco tiempo, luego se unió al grupo de pobres vagabundos que trabajaban asfaltando calles, limpiando alcantarillas, repartiendo carbón, como obreros en la fundición, etc., a cambio de comida y un lugar para dormir.
Alguien lo remitió al hospital para que le operaran del tumor de su labio, pero fue una mala operación, esto lo orilló a buscar trabajo en un circo y hacia 1883 era exhibido por toda Inglaterra, ganaba dinero y tenía varios amigos en el circo, algunos deformes como él. Anduvo en varios circos y en Londres fue remitido al Doctor Frederick Treves, el médico interpretado por Anthony Hopkins en la película.
Joseph se presentó con el Dr. Treves envuelto en una capa y con un trapo en la cara sólo con dos agujeros en los ojos, cubría su cabeza con una gorra lo que le daba un aspecto fantasmagórico.
Treves lo analizó y documentó su caso, en la comunidad científica. Sin embargo su enfermedad era un misterio sin solución. En su ingenuidad Joseph decía “La deformidad que exhibo ahora se debe a que un elefante asustó a mi madre; ella caminaba por la calle mientras desfilaba una procesión de animales. Se juntó una enorme multitud para verlos, y desafortunadamente empujaron a mi madre bajo las patas de un elefante. Ella se asustó mucho. Estaba embarazada, y este infortunio fue la causa de mi deformidad.”
En 1885 las autoridades de Londres prohibieron que se mostrara a personas deformes en los circos y Joseph se fue con un italiano de apellido Ferrari que lo llevó por otros países de Europa, pero las leyes eran iguales y Ferrari lo abandonó en Bruselas robándole unas 50 libras que había ganado en el primer circo. No se sabe cómo, pero regresó a Londres en un viacrucis por barco y tren, sufriendo todo género de maltrato, incluso al llegar a Londres tuvo que ser rescatado por la policía de los ataques que le infería la gente solamente por su feo aspecto, en medio de este tumulto Joseph acató a mostrar la tarjeta del Dr. Treves y fue conducido de nueva cuenta con este médico que tanto lo apreciaba.
Treves reunió fondos para conseguir una habitación en la que viviera Joseph bajo su cuidado descubriendo que era sumamente educado, inteligente y con grandes valores humanos que lo llevaron a trabar amistad epistolar con la actriz identificada como la señora Kendall, quien sin conocerlo personalmente estuvo pendiente de que se le atendiera dignamente pagando ella los costes del hospital. Joseph aprovechó su estancia en el hospital para escribir sobre su vida, su enfermedad, y poesía.
Joseph murió voluntariamente a los 27 años, pues sólo podía dormir sentado, pero esa noche decidió hacerlo acostado para desnucarse. Plácidamente la muerte llegó en el momento más feliz de su vida, cuando muchos en el mundo lo aceptaban y tenía el cariño y la amistad de todos en el hospital. El 11 de abril de 1890, a las 13:30 horas, Joseph Merrick falleció como consecuencia de un dislocamiento cervical y asfixia provocada por el peso de su cráneo sobre la tráquea.
El Doctor Treves conservó su esqueleto en el hospital hasta que se retiró para resguardarlo mejor y en su lugar se han colocado varios vaciados de yeso de su cráneo y extremidades. También se exhiben: su gorro, sus cartas manuscritas y algunos objetos personales. Treves también conservó tejido con la esperanza de poder conocer qué enfermedad tenía exactamente, pero las muestras se perdieron durante un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial.
Actualmente, y después de años de investigaciones, se ha determinado que padecía una variante única en su persona del Síndrome de Proteus, un caso extremadamente grave nunca antes registrado por la medicina, ni vuelto a registrar desde entonces.
Se dice que es posible que haya muerto con una visión de su madre y evocando un poema de Lord Alfred Tennyson que acostumbraba recitarle, titulado “Nothing will die” (Nada morirá) del que copio los siguientes versos: “Nunca, nada va a morir; la corriente fluye, el viento sopla, las nubes flotan, el corazón late, nada va a morir… Nada nació, / nada morirá; / todas las cosas cambiarán.”