Monterrey.- Existe en casi todas las librerías, una serie de libros que muestran las matemáticas y el álgebra en forma divertida. Aunque su autor ya murió, el éxito de sus obras permanece vigente vendiendo importantes cantidades. El autor se firmaba con el nombre árabe de Malba Tahan, pero realmente se llamó Julio César de Mello Souza. Su libro más famoso es “El hombre que calculaba” y fue publicado por primera vez en 1938. Está planteado como aventuras en escenarios árabes con atractivas soluciones. Julio César ó Malba Tahan escribió 103 libros, incluyendo textos de ciencia ficción, obras escolares y libros científicos que están traducidos a varios como el griego, el alemán y el holandés y por supuesto el español.
“El hombre que calculaba” cuenta las aventuras de Beremiz Samir, un hombre con una gran habilidad para los cálculos. Beremiz resolvía problemas y situaciones complicadas de todos los estilos con gran talento, simplicidad, y precisión, de cualquier índole con el uso de las matemáticas. Julio César nació el 6 de mayo de 1895, en la ciudad de Río de Janeiro, y murió en el estado Pernambuco el 18 de junio de 1974. Les comparto, el famoso cuento “REPARTIENDO CAMELLOS” que estoy seguro, será de su completo agrado.
Cerca de un viejo albergue de caravanas medio abandonado, vimos a tres hombres que discutían acaloradamente junto a un hato de camellos. Entre gritos e improperios, en plena discusión, braceando como posesos, se oían exclamaciones como éstas: ─ ¡Que no puede ser! ─ ¡Es un robo! ─ ¡Pues yo no estoy de acuerdo!
El inteligente Beremiz procuró informarse de lo que discutían. ─Somos hermanos ─explicó el más viejo─ y recibimos como herencia esos 35 camellos. Según la voluntad expresa de mi padre, a mí me corresponde la mitad; a mi hermano Hamed, una tercera parte; y a Harim, el más joven, la novena parte. No sabemos, cómo efectuar la partición porque matemáticamente no salen las cuentas.
─Ya que la mitad de 35 es 17 y medio, la tercera parte es 11 y algo más, y la novena es 3 y algo más.
─Muy sencillo ─dijo “El hombre que calculaba”─. Yo me comprometo a hacer con justicia ese reparto, pero, antes, permítanme que agregue a esos 35 camellos este espléndido animal en el que llegamos aquí en buena hora.
En este punto interviene el dueño del camello.
─ ¿Cómo voy a permitir semejante locura? ¿Cómo vamos a seguir el viaje si nos quedamos sin el camello?
─No te preocupes, me dijo en voz baja Beremiz. Sé muy bien lo que estoy haciendo. Cédeme tu camello y verás a que conclusión llegamos.
Y tal fue el tono de seguridad con que lo dijo que le entregué sin el menor titubeo mi camello.
─Amigos míos ─dijo Beremiz─: voy a hacer la división justa y exacta de los camellos que, como ven, ahora no son 35 sino 36.
Y volviéndose hacia el mayor de los hermanos, le dijo:
─Tendrías que recibir, amigo mío, la mitad de 35, esto es: 17 y medio. Pues bien, recibirás la mitad de 36 que, son 18. Nada tienes que reclamar puesto que sales ganando con esta división.
Dirigiéndose al segundo heredero, continuó:
─Tú, Hamed, tendrías que recibir un tercio de 35, es decir: 11 y un poco más. Recibirás un tercio de 36, que son 12. No podrás protestar, pues también tú sales ganando en la división.
Y al más joven le dijo:
─Y tú, Harim, tendrías que recibir una novena parte de 35: o sea 3 camellos y una parte de otro. Sin embargo, te daré la novena parte de 36, que son 4. Tu ganancia será también mayor y bien podrás agradecerme el resultado.
Y concluyó con la mayor seguridad: por esta justa participación que a todos ha favorecido, corresponden 18 camellos al primero, 12 al segundo y 4 al tercero. Esto da como resultado 34 camellos. ─ ¡Sí, ya sé! ─dijo de prisa “El hombre que calculaba”─ Sobran dos. Uno, como saben, pertenece a mi amigo y compañero; y el otro es justo que me corresponda a mí por haber resuelto a satisfacción de todos, el complicado problema de la herencia.
Todos estuvieron de acuerdo y el astuto Beremiz, “El hombre que calculaba”, tomó posesión de uno de los más bellos camellos del hato... y seguimos camino hacia Bagdad.