PEREZ17102022

El imperialismo como causal de un mal mundial
Víctor Vela

Para los grandes males, grandes remedios.
(Frase atribuida popularmente a
Miguel de Cervantes Saavedra.)


Monterrey.- Los acontecimientos registrados a raíz del conflicto entre Israel y Palestina, según la variada gama de medios informativos, dan cuenta de la intensificación de una diputa iniciada hace tres cuartos de siglo, cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decidió, en 1948, otorgarle al pueblo judío –errante y disperso por tradición– el derecho a un territorio para constituirse como Estado nación, libre de las hostilidades, en un lugar donde se asume está su origen, de acuerdo a una historia asociada a principios religiosos.

Por su parte, los palestinos se consideran con derecho a permanecer en un territorio que asumen propio, debido a los sentimientos de pertenencia atribuidos a su prolongada estancia en la zona, como producto de la divinidad que, al confrontarla con la contraparte judía, ha provocado el uso ciego de la fuerza, en vez de optar por el prudente uso de la razón.

La confrontación asimétrica entre estos dos pueblos no obedece a la disputa que surge por discrepancias entre países vecinos. Se trata de la ocupación de un territorio bajo reglas insuficientemente claras: más que la designación de un territorio específico, la ONU formuló un proceso de ocupación de israelitas dentro del territorio palestino, que culminó con el desplazamiento de sus pobladores originales hacia dos estrechas zonas: la franja de Gaza y Cisjordania.

Al altercado material se suma la animadversión religiosa, que ha llevado la acción militar a romper con los criterios propios del combate incurriendo, sin el menor miramiento, en acciones de ataque a civiles entre un bando y otro, donde el peor daño está del lado de los palestinos. Dada la tecnología castrense con la cual se opera, se habla de un genocidio con una crueldad semejante al de la Segunda Guerra. Bertrand Russell dijo: “puedo recordar el tiempo en que no se pensaba en absoluto hacer la guerra a las mujeres y a los niños, pero esta época feliz pertenece ya al pasado.”

Los últimos acontecimientos en torno al conflicto en Israel y Palestina no inspiran el optimismo de una pronta operación pacificadora. Como en cualquier controversia, cada una de las partes se convierte “en indiscutible juez de sus propios derechos en cualquier disputa”, dijo Russell en un ensayo publicado en 1953, donde propone el establecimiento de una entidad de alcance mundial que sirva de árbitro ante los conflictos en una federación de naciones soberanas.

Así mismo, el autor del ensayo “Gobierno Mundial”, considera sean necesarios el monopolio de la fuerza en el organismo propuesto y “que todos los grandes países tengan una población casi estacionaria”, con lo cual manifiesta que la carrera armamentista y la explosión demográfica en cualquier potencia económica, son dos factores significativos en el desarrollo del imperialismo.

El historiador McNall Burns, en 1959, al considerar los acontecimientos de ese entonteces, expresó: “Vivimos al parecer en uno de esos periodos en los que se deciden el progreso o la decadencia.” Pero animado por el realismo, dedujo que “en esas épocas el futuro parece con frecuencia más oscuro de lo que es en realidad. Por regla general, la situación mejora por sí sola con el tiempo y se llega a alcanzar cierta estabilidad en un plano nuevo y diferente.”

Burns veía indicios de una próxima transferencia de poderes soberanos hacia la ONU, de parte de las naciones del mundo, como último paso para integrar, al igual que Russell, “una república federal mundial que pusiera paz y orden en el caos del siglo XX.” Un sano pensamiento contrastante con una realidad, cada vez más hostil, a partir de mediados del siglo pasado, cuando el número de guerras en el mundo se multiplicaron y tanto la destrucción como la crueldad elevaron su intensidad.

Pero a las ideas de Russell y Burns, vale la pena añadir el enfoque humanista de Bolívar Echeverría, inspirado en la Tesis de Walter Benjamín, que asocia la crisis de los últimos tiempos a la lógica del capital, es decir, la violencia se manifiesta si observamos el castigo y sacrificio de la forma natural del mundo, en manos de la forma mercantil capitalista: así ha operado históricamente la relación entre las naciones centrales y periféricas, procediendo bajo un esquema colonial con miras a constituir una imperio.

Las ideas de Echeverría, que conjugan a las aspiraciones de un pueblo errante y los afanes ancestrales de una nación, deberían ser un referente obligado en la integración del proceso de resolución en torno al conflicto entre Israel y Palestina. El primero, redimiendo su pasado para realizar el sueño de una cultura universal, donde sea posible la convivencia entre quienes piensan diferente; el segundo, consciente de sus defectos y encaminado a superarlos, dispuesto a realizar una vida social mejor dimensionada. Todo está dirigido a combatir el progresismo (crecimiento autodestructivo), al cual ha llegado el sistema capitalista de producción, y desterrar el espíritu imperial que, a fin de cuentas, provoca las guerras y el genocidio en el mundo.