Monterrey.- Conoce bien la chamba. La mecánica de la burocracia. Seis años participo inamovible en el gobierno de Enrique Peña Nieto. Su oído es fino. También lo son sus modales.
Idelfonso Guajardo es un político encumbrado. Capaz de convencer a los más difíciles. Poco se conoce o ha hecho de su vida personal. De la familia o de sus valores sociales.
Todo lo ha mantenido hermético. Hasta el punto de monje tibetano. Idelfonso apertura las precampañas. Tiene mucho por ganar, en caso de ver el favor del tricolor.
Ese también es su defecto. El desgaste de un partido tan podrido hasta la médula. A Idelfonso le toca, al parecer, pagar los platos rotos. Con seguridad, en los siguientes meses, estará citado a comparecer por el expediente Lozoya.
Idelfonso y su grupo cercano, no están en condición de negociar impunidad federal. Necesita pronto de la generosidad de quienes ahora mandan en el PRI. La siguiente generación. Los cercanos a Francisco Cienfuegos y a Adrián de la Garza.
Solo con ellos puede trazar una ruta efectiva. Idelfonso lo sabe. Ya lo vio con Clara Luz Flores de Garza, al renunciar al PRI.
Si Idelfonso se disciplina y Adrián o Cienfuegos obtienen la gubernatura, lo cual es improbable, podría negociar el ex Secretario Guajardo con el gobierno federal. Claro, siempre y cuando apunte a delatar al ex presidente Peña Nieto.