Monterrey.- Para apreciar los efectos relativistas sobre los cuerpos, estos deberían moverse a velocidades cercanas a la de la luz que es 299 792 .458 km/s, esta es una velocidad muy grande –Yo solo logro acercarme a ella cuando salgo por las mañanas a correr en el parque de mi colonia-
Dr. Bernabé Luis Rodríguez Buenrostro en una de sus amenas y añoradas clases de Física Moderna.
Genialidad Cartesiana.
Se cuenta que René Descartes estaba reposando, acostado en su cama, convaleciente de una enfermedad cuando, teniendo la vista fija en el techo se cruzó una mosca en su espacio visual, el filósofo, físico y matemático francés, padre del racionalismo moderno, la siguió durante un buen rato y se preguntó: ¿será posible determinar la posición de ese insecto en cada instante de tiempo? Descartes pensó que esto era posible si se conociera la distancia a dos superficies perpendiculares. ¡El célebre genio del siglo XVII acababa de concebir la Geometría Analítica! o Geometría Cartesiana que relaciona la geometría con el álgebra.
El simpático e ingenioso chofer de Einstein.
En diversos sitios se cuenta esta otra simpática historia que, aunque seguramente es falsa, nos ha servido para aderezar el inicio de nuestros cursos de física.
En los años 20, cuando Albert Einstein apenas empezaba a ser conocido por su teoría de la relatividad, con frecuencia era solicitado por las universidades alemanas y suizas para dar conferencias. Einstein, como la mayoría de los genios, aprovechaba cualquier espacio y tiempo para leer, reflexionar, escribir y, por lo tanto. Esto lo hacía mientras viajaba en algún transporte público. Sin embargo el coche le resultaba muy cómodo para sus desplazamientos, es por esto que contrató los servicios de un chofer.
Después de varios días de viaje por diversas universidades europeas, Einstein le comentó a sub chofer lo aburrido que era repetir la misma conferencia una y otra vez. El ingenioso chofer, le contesta: -Si usted quiere yo lo puedo sustituir en la charla siguiente. He oído su conferencia tantas veces que la puedo recitar palabra por palabra.
Einstein aceptó el ofrecimiento y antes de llegar al siguiente auditorio intercambiaron sus ropas, colocándose Einstein al volante. Llegaron a la sala donde se iba a celebrar la conferencia y, como ninguno de los académicos presentes conocía personalmente al genio autor de la Relatividad, el chofer expuso la conferencia sin ningún problema ya que la había escuchado muchas veces mientras esperaba pacientemente a Einstein, quien en esta ocasión, disfrazado de su chofer, se encontraba sentado en la última fila de la sala.
El problema se presentó al final de la charla cuando empezó la sesión de preguntas y respuestas. Un inquieto estudiante de física que se encontraba en la audiencia preguntó: -Doctor Albert, ¿cómo llegó usted a determinar por métodos netamente matemáticos y con solo lápiz y papel, la ecuación de equivalencia entre la masa y la energía?
El chofer, no tenía ni idea de cuál podía ser la respuesta pues él sólo se sabía de memoria la conferencia de la cual, obviamente, no entendía nada. Sin embargo, era muy ingenioso y dijo: - La pregunta que me haces es tan sencilla que hasta mi chofer, que se encuentra al final de la sala la puede responder y de inmediato le da la palabra a Einstein.
Saber matemáticas te puede salvar la vida.
Durante la guerra civil rusa, el enfrentamiento fratricida se personificaba en la lucha de bolcheviques contra zaristas. El ejército rojo contra el blanco… colores, bandos, convicciones políticas por las que mataron y murieron millones de rusos. Odesa, la perla del Mar Negro, la gran ciudad comercial de Ucrania fue una de las que más sufrió en los últimos años de la guerra.
La ocupación de la ciudad por el Ejército Rojo y las constantes fechorías por parte de los dos bandos dieron lugar a innumerables crímenes de guerra, ajustes de cuentas y ejecuciones.
En este trágico panorama situamos a Igor Tamm, físico-matemático ruso que ante el hambre de su familia se vio en la necesidad de abandonar la ciudad para conseguir comida a cambio de unas cucharas de plata.
Igor se encontraba negociando con un campesino la cantidad de huevos que merecía por aquellas cucharas cuando, de repente, se presentó una de las bandas de guerrilleros que recorrían el país. Inmediatamente los guerrilleros descubrieron que Igor era de la ciudad, entonces lo aprendieron y llevaron ante su líder, un tipo rudo y con una larga barba que portaba un gorro de piel y llevaba el pecho lleno de cintas de cartuchos y granadas.
El jefe se acercó a Igor y, tras echarle una breve ojeada, le gritó: -¡Eres un agitador comunista que está socavando nuestra madre Ucrania, el castigo es la muerte!
No - respondió Tamm. Yo soy profesor de la Universidad de Odesa y he venido aquí solo para conseguir algo de comida.
¡Mentira!- replicó el gordo líder.
-¿De qué eres profesor?
-Enseño matemáticas
¿Matemáticas? -dijo el barbudo guerrillero
-¡Muy bien! Entonces hazme una estimación del error que se comete al truncar una serie de Maclaurin en el n-ésimo término. ¡Hazlo y quedarás libre. Falla, y te pegaremos un tiro!
El joven profesor se quedó paralizado… apenas podía dar crédito a lo que aquel tosco guerrillero le estaba pidiendo: un problema perteneciente a una rama muy avanzada de las matemáticas. Cuando consiguió reaccionar, con la mano temblando y con una pistola apuntándole en la cabeza, Tamm calculó lo que le pedían y le dio la respuesta a aquel hombre.
¡Correcto! - dijo el líder- ahora veo que eres realmente un profesor de matemáticas. ¡Vete a casa!
Igor Tamm consiguió el Premio Nobel de Física en 1958, más de tres décadas después, por sus estudios junto a Cherenkov sobre física nuclear y el estudio de los rayos cósmicos.
Jamás consiguió saber quién era aquel hombre con quien se encontró durante la ocupación de Odesa. Seguramente ya nadie lo sepa. Quizá murió en la guerra más adelante o quizá terminara sus días dando clases de matemáticas avanzadas en alguna Universidad de Ucrania, o de asesor de matemáticas en una obscura y olvidada oficina de alguna Secretaría de Educación.