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El juego de las bisagras
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- A Gerardo Vargas Landeros se le puede acusar, y hasta podría comprobarse, todo lo malo que se ha dicho de él en redes. Qué traicionó al PRI yéndose a gobernar el estado con el disidente Malova, qué fue el poder tras el poder durante este mandato severamente cuestionado incluso que con Chuy Toño eran los intermediarios con el otro poder.

     Que luego regresó al tricolor y lo volvió a traicionar para irse con el proyecto elbista de Redes Progresistas y cuándo este no llenó los requisitos para constituirse en partido político nacional se declaró morenista desde 2017, aun cuando en 2018, según una constancia sellada y firmada que anda circulando en las redes sociales él mismo confirmó su militancia como priista y al declarar ante los micrófonos de Guardianes de la Noche que había garantizar que el estado “siguiera siendo priista”.

     Bien, pero de lo que no se le puede acusar es que no este haciendo, por las razones que se quiera, lo que haría o está haciendo alguien que ambiciona el poder. O sea, en políticos que van a todas y por todas, no caben los pruritos de ningún tipo, las justificaciones ideológicas o morales. Y aquí, habría que reconocerle el temple de navegar en estas aguas turbulentas, donde se ventila todo de su vida pública o privada y él se mantiene imperturbable. Con la mirada puesta en su objetivo de 2021. Ser candidato a gobernador por Morena y sus aliados.

     O, al menos, pelearla mediáticamente para si se diera el caso posicionar electoralmente la marca Trébol y alcanzar nominaciones para el grupo malovista o mejor, a estas alturas, ya vargista. No es fácil, pero tampoco imposible, basta recordar que la política sinaloense se caracteriza por su patrimonialismo y hay figuras que sin muchos aspavientos mediáticos en cada coyuntura electoral impulsan o vetan candidaturas a cargos de elección popular.

     Ahora bien, en Sinaloa Morena es un partido que ante la falta de dirigencia estatal ha creado, aunque débiles, sus propios poderes de facto, luego es una formación fragmentada y eso es caldo de cultivo para alianzas intra o interpartidaria.

     Más, cuando, estamos siendo testigos de ráfagas de “fuego amigo”, de quienes luego de la selección interna se sientan marginados o mejor que son igual o más ambiciosos que el mochitense. Y que, en su pragmatismo, pudiera sacar cuentas de que en lo personal o grupal podría ir mejor con este tipo de aliado (en política, recordemos, dos más dos, no son cuatro).

     Además, basta ver que el sector que más cuestiona a Vargas Landeros es el obradorista, el que picó piedra y es el más ideológico y anti priista. Este, todos los días nos regala algún pecado del pasado de Vargas Landeros, buscando exhibir al personaje cuando en realidad lo están promocionando, los están haciendo un personaje más conocido -sea por buenas o malas razones- que el infame porcentaje de conocimiento de un dígito. Y él feliz de ver está singular lucha por ser el que más desprestigia. Bien, vale, con matiz aquel aforismo de “cuando veas a tus enemigos pelear, déjalos, no los distraigas”. Te van a servir.

     Por eso, quizá, todos los días, el ex Secretario de Gobierno, aparece en los medios con una nueva provocación que deriva en hilaridad inmediata entre quienes siguen pensando la política desde los principios, la moral o la prédica obradorista, salen al paso con un alegato mediático que busca bajarlo cuando en realidad lo está subiendo en visibilidad. Que sitúan al mochitense en lo que en su imaginario es y que su pasado saltimbanqui lo confirma. Que no merece el carro morenista. Ya lo dijo Tatiana Clouthier no lo conozco, pero no creo que encarne los valores del morenismo. Y es muy probable que así sea. Su trayectoria lo exhibe por los cuatro costados.

     Pero, pregunto, ¿estamos gobernados por los principios o lo estamos por el pragmatismo político donde no caben las ideologías, sino la lucha por el poder, por el poder mismo, o mejor por el control de la caja registradora estatal?

     Acaso, ¿no lo estamos viendo cuando los priistas buscan alianzas con quienes les garanticen más votos; los panistas que andan en busca de un nuevo filo priista o ex priista que perfectamente podría ser hasta el propio Vargas Landeros, para que sea su candidato a gobernador o los morenos que tienden puentes con Héctor Melesio y su partido y este anda buscando vender nuevamente, como moderno Hernán Cortez, cuentas de vidrio.

     Entonces, quizá lo que molesta, es que haya un nuevo actor en un escenario que parece estar definido y Vargas Landeros mete ruido porque su grupo, así como el de Héctor Melesio o el reciente de Jorge Abel López Sánchez, están y estarán moviéndose hasta el día de la jornada electoral. Y le saben. Mueven las piezas.

     En el caso de Vargas Landeros, no para ganar la candidatura de Morena, sino para que se le reconozca como interlocutor sea para ganar otras posiciones para la gente de El Trébol o incluso protección para al malovismo que no termina por levantar cabeza. Que tiene en capilla a varios de los suyos. Aunque no faltara quien diga que Vargas Landeros se cuece aparte. Que el malovismo es historia y entre más lejos mejor.

     Quizá, pero los afectos y secretos están ahí y eso tiene valor político. La política se hace en grupos. Y en ese grupo nadie ha sido delator. Sigue la inercia procesal, pero nadie se rinde. Aguantan queditos. Y a veces, hasta con una sonrisa ante las cámaras, sabedores que no están solos. Que hay acompañamiento y gestión. Que todo es cuestión de tiempo. Dirán si “ya aguantamos cuatro años que más da el último del quirinismo” que está visto los distrajo, pero no los metió a la cárcel. Y, más, si ven que va bien Gerardo, cuando es parte de la conversación pública. Podríamos decir incluso que opaca a Héctor Melesio que está viendo los toros desde la barrera cuándo está cantado que no tiene ninguna posibilidad de ser candidato a gobernador. Que su objetivo es ser bisagra. Para que gane otro.

     Pero no es el caso de Gerardo. Él busca la candidatura ganadora, aunque no pinta todavía en las encuestas de intención de voto, pero luce en las columnas y en las cabinas de radio y TV. Las entrevistas a modo. Lana no falta. Y algo va logrando. Muchos hablan de él desde que dijo que buscaría ser el candidato de Morena. Qué es militante y hasta muestra en redes el código de barras de su afiliación al partido obradorista en 2017 mientras aparece la priista del 2018. ¿Doble militancia?

     En definitiva, sé que a muchos le parece inaceptable Vargas Landeros, y quizá hasta les asista razón, pero en una competencia cerrada como siempre cabe en una elección de gobernador, la operación de los grupos pequeños y organizados, podrían hacer la diferencia, por eso la apuesta de Héctor Melesio de jugar con su partido a la bisagra de los votos, aunque se ve que tendrá competencia y no menor.

     ¡Al tiempo!