Monterrey.- Son trabajadores de poca eficiencia. Importan algunas de las prácticas a la vida burocrática del extranjero. La experiencia se basa en beneficio de sus impulsores. Las facturas, las sociales y las financieras, se las extienden al ciudadano de pocos recursos. En sus escritorios acumulan formulas y logaritmos de paso lento. No llevan prisa. Son artistas del relumbrón. Magos de las relaciones públicas, de la mercadotecnia, de los acuerdos en lo oscuro.
Aparecen naturales en las publicaciones rosas. La elegancia de sus vestuarios, el cabello acomodado, el bisoñé y la piel de cuidado en spa. A muchos personajes electos en las urnas les sirven como lobistas. Sueltan los lobos de la presión mediática. Los contienen, los educan en el arte de los favores. Llegan con los reflectores a tope. Por la puerta de los servidores ladrones, de los pillos irredentos, la salida.
Como favores se han colocado. Uno de ellos murió hace años de infarto fulminante. Su trayectoria por todas las alcaldías del área metropolitana y hasta en la gubernatura. Lo velaron como lo hizo en España, Juana la Loca a Felipe el Hermoso, con todo lujo, con palabras insufladas en la obediencia partidista. Jamás por su funcionalidad.