Monterrey.- Un chiste muy conocido
Rosario y Eustoquio van en un auto y Eustoquio maneja. Vienen de una fiesta.
Rosario.- Cada vez están más aburridas las reuniones de Generación… Años de no hablarles y ahí andas saludando como si no hubiera pasado nada.
Eustoquio.- Todos presumiendo sus cosas… Por eso me mandaste a la última mesa, ¿verdad? Me sordeaste…
Rosario.- Eres adivino, ¿o te haces?
Eustoquio.- Algo… Ya sabes como siempre ando al tiro, ¿crees qué no me di cuenta? ¿Qué tanto te veía el viejo ese en la fiesta, Rosario? ¿El de la corbata rayada?
Rosario.- Nada, Eustoquio… Lo que pasa es que estuvimos en la secundaria y me reconoció.
Eustoquio.- ¿Juntos? ¡Pues ya se veía bien traqueteado! ¡Si en vez de corbata trae un tanque de oxígeno no se le hubiera visto mal! ¡Qué conservada estás!
Rosario.- ¡Era mi maestro de sociales, tonto!
Eustoquio.- ¡Ah! ¡Con razón! ¿Pero por qué te cerraba el ojo? ¡Viejillo raboverde!
Rosario.- Se le cierra el ojo porque está enfermito…
Eustoquio.- Ya se me hacía como que muy valiente para andarte coqueteando… Mi primera opción fue pesar que estaba ciego…
Rosario.- Al menos admites que te puso celoso un viejito. Aunque te diré, corazón, que ciego eres tú… Te acabas de pasar un alto… ¡No sé para que te compraste esta mugrosa carcacha si no sabes manejar!
Eustoquio.- Si bien qué me dices: “¡Amor Precioso, llévame en el carro a la Zumba!”.
Rosario.- ¡Eso no es cierto!
Eustoquio.- ¿Cómo no? Siempre te llevo a la zumba porque andas muy cansada…
Rosario.- No, eso sí… Yo hablo de que no te digo ni “Amor” y menos “Precioso”.
Eustoquio.- Además, soy hombre… mi naturaleza es manejar.
Rosario.- Si manejar te hace hombre… pues ahora me explico muchas cosas.
Una sirena se escucha y las luces de una patrulla se encienden detrás del auto de Rosario y Eustoquio.
Rosario.- Te dije… Te dije que te pasaste un alto…
Eustiquio.- A lo mejor no es conmigo…
Se escucha que hablan desde el altavoz de la patrulla.
Oficial de patrulla.- ¡Ese de la carcacha que no sabe manejar! Haga el favor de orillarse...
Rosario.- ¿Ves que si te habla a ti?
Eustoquio se detiene a la orilla de la carretera, está algo nervioso.
Eustoquio.- Chin… Déjame manejar la situación.
Rosario.- Si la vas a manejar así como estás manejando… ¡Ya valió!
Eustoqio mira a Rosario entre estupefacto y molesto. Luego ve que el oficial de la patrulla se acerca a su ventanilla y cambia su cara.
Eustoquio.- (Sonriendo) Dígame oficial… ¿Qué paso?
Oficial.- ¡Lo mismo le iba a decir! ¿Qué pasó con usted señor? ¡Se pasó un alto a tres calles de aquí!
Eustoquio.- No es verdad… Vengo bien…
Rosario.- ¿Ves? Te dije que te habías pasado el alto allá atrás… ¡No te fijas!
Eustoquio hace una mueca indefinida al escuchar a su mujer.
Oficial.- Y es una zona de sesenta kilómetros…
Eustoquio.- No venía muy rápido, oficial… A lo mucho venía a sesenta y tres… Sesenta y cinco a la mucho…
Rosario.- Si venías casi a cien… ¡Te vengo checando, Eustoquio! (Se acerca al tablero del auto) Mira, la agujita esa iba por el cien… yo la vi… ¡Ahí por el cien!
Los labios de Eustoquio se tuercen dejando escapar una sonrisa nerviosa.
Eustoqio.- (Apretando los dientes) Rosario… déjame platicar con el oficial… ¡No me ayudes!
Oficial.- Y además… Veo que no trae puesto el cinturón…
Eustoquio.- Me lo acabo de quitar ahorita que me detuve… Es como una maña, ¿sabe? Me detengo y me lo quito… ¡Así nomás!
Rosario.- ¡Si nunca te lo pones; Eustoquio! Además, se me hace que esta carcacha ni tiene… ¡Y ni le vaya a pedir la licencia, oficial, que no la ha sacado!
Eustoquio aprieta con fuerza el volante. Enojado.
Eustoquio.- (Alzando la voz) ¡Rosario, deja que lo arregle y ya cállate que pareces una vieja loca!
Oficial.- ¿Siempre le grita así, señora?
Rosario.- No… Nada más me grita así cuando anda borracho.
Eustoquio vuelve a golpear el volante con el puño, pero ahora varias veces. Está desesperado. Rosario no se aguanta la risa.
Corte directo. Una grúa se lleva el coche en medio de oscuridad y destellos de torretas azules, rojas y amarillas. Rosario y Eustoquio comienzan a caminar.
Rosario.- Bueno… Nos va a caer bien caminar un rato… ya te hace falta, Eustoquio, estás muy panzón. Como quiera ve pidiendo el Uber que no soy de andar tanto en la calle… ¡Ya sabes!
Eustoquio.- ¡Ay, Rosario, te la volaste con esta! ¡Hiciste la rutina de un chiste muy conocido y no me di cuenta! ¡Y yo ni tomé! Tu sí que andas pasada de Vampiritos y ni quien te pele…
Rosario.- Estabas todo nervioso… Hasta el Poli dijo (Finge voz gruesa): “Ya ni necesito olerlo, usted anda todo borracho”, cuando le empezaste a pegar al volante… Jajajaja…
Eustoquio.- Pero esa era la rutina de un chiste…
Rosario.- Lastima que el Poli no tuviera sentido del humor cuando le explique… ¡Pero de que no hiciste el alto, no lo hiciste!
Eustoquio.- ¡Pues que buen sentido del humor tiene, señora Rosario!
Rosario.- A ver si no se regresa el Poli para meterme a la cárcel, pues le voy a robar un beso aquí en medio de la carretera…
Ambos se besan.
Eustoquio.- (Sonríe) Ay, si no te quisiera tanto…
Rosario.- (También sonríe) Si… yo también te quiero…